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¿Quién ha de ser dijo el usurero, que conociendo a su amo quería así ganarle sagazmente el ánimo , quien ha de ser, sino el noble caballero don Lope Zúñiga Dávalos Guzmán y Pacheco, heredero ricamente en estos contornos, señor de las villas de Alchor y Ferreyra, Merino que fué de la Reina, paje del Rey, comandante de tu tercio, querido del Emperador, y... no se oyó más; pues Muley, con un bote que tiró a don Lope, principió el estruendo más espantoso.

Por último, obrando astuta y sagazmente, tuvo la horrible precaución de ocultar los verdaderos nombres de los niños, que eran los de sus padres, llamándolos Juan y Pedro, ardid en que estaba fundado su propósito: hecho todo lo cual desapareció del pueblo.

Esta actitud de respeto es conveniente al covachuelista, mantiene la disciplina en un Estado bien organizado, y me garantizaba el descanso de los domingos y días festivos, el uso de alguna ropa blanca y veinticinco duros al mes. No puedo negar, a pesar de todo, que yo no tuviese ambiciones, como lo reconocían sagazmente la viuda de Marques y el pedante de Conceiro.

El capitán que hacía de fiscal les fue tomando declaración con los documentos justificativos de la delincuencia a la vista. Los individuos de la junta carlista de Nieva fueron deponiendo como mejor les convenía, negando la mayor parte de los hechos, afirmando sagazmente otros y haciendo, en fin, todo lo posible para salir absueltos.

En Infantes viven y brujulean al finalizar el siglo XVI los siguientes funcionarios políticos y judiciales: el vicario mayor de Montiel, otro vicario, un notario, un alguacil fiscal, un gobernador, un teniente del gobernador, un alguacil mayor, un escribano de gobernación, un alcaide de la Cárcel, diez y siete regidores, un fiel ejecutor, un depositario general, un mayordomo y procurador del Concejo, un escribano del Concejo... El vicario no tiene sueldo fijo, pero cobra el aprovechamiento de los derechos de su judicatura, y para que sean crecidos y suculentos sabrá ingeniarse sagazmente; el gobernador percibe 200.000 maravedís, y de ellos da 20.000 a su teniente; además, el gobernador «tiene, de los maravedís que en nombre de Su Majestad se ejecutan, ciento y cincuenta maravedís cuando la cantidad llega a cinco mil maravedís, y no más aunque pase, y de allí abajo, a real de plata»; y es preciso reconocer que el señor gobernador ni más ni menos que los gobernadores de ahora en otros órdenes hallará trazas para que los maravedís ejecutados lleguen siempre, caiga el que caiga, a los cinco mil codiciados.

Ramiro creía reconocer las palabras del Nuevo Testamento, dichas en el modo de los moriscos de España. Ella, sagazmente, salmodiaba el capítulo de María: «Loor a María... Alabad el día en que se alejó de su familia hacia el saliente, tomó un velo para cubrirse, y nosotros le enviamos a Chibril, nuestro espíritu en forma humana.

30 Y Zebul asistente de la ciudad, oyendo las palabras de Gaal hijo de Ebed, se encendió su ira; 31 y envió sagazmente mensajeros a Abimelec, diciendo: He aquí que Gaal hijo de Ebed y sus hermanos han venido a Siquem, y he aquí, que han cercado la ciudad contra ti. 36 Y viendo Gaal el pueblo, dijo a Zebul: He allí pueblo que desciende de las cumbres de los montes.

Cuanto pude; hasta las especias. Hicísteis muy mal. ¡El amor al dinero!... El padre Aliaga iba ya fastidiándose. Reduzcámonos, reduzcámonos, porque no es necesario que me contéis vuestra vida. ¿De cuántas maneras habéis pecado por el dinero? Hurtando sagazmente, y procurando que la culpa de mis hurtos no cayese sobre . Eso es ya un grave delito. ¿Y de qué otro modo más?

Porque Pereda, el más montañés de todos los montañeses, identificado con la tierra natal, de la cual no se aparta un punto y de cuyo contacto recibe fuerzas, como el Anteo de la fábula, apacentando sin cesar sus ojos con el espectáculo de esta naturaleza dulcemente melancólica, y descubriendo sagazmente cuanto queda de poético en nuestras costumbres rústicas, ha traído a sus libros la Montaña entera, no ya con su aspecto exterior, sino con algo más profundo e íntimo, que no se ve, y, sin embargo, penetra el alma; con eso que el autor y sus paisanos llamamos el sabor de la tierruca, encanto misterioso, producidor de eterna saudade en los numerosos hijos de este pueblo cosmopolita, separados de su patria por largo camino de montes y de mares.