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Porque Pereda, el más montañés de todos los montañeses, identificado con la tierra natal, de la cual no se aparta un punto y de cuyo contacto recibe fuerzas, como el Anteo de la fábula, apacentando sin cesar sus ojos con el espectáculo de esta naturaleza dulcemente melancólica, y descubriendo sagazmente cuanto queda de poético en nuestras costumbres rústicas, ha traído a sus libros la Montaña entera, no ya con su aspecto exterior, sino con algo más profundo e íntimo, que no se ve, y, sin embargo, penetra el alma; con eso que el autor y sus paisanos llamamos el sabor de la tierruca, encanto misterioso, producidor de eterna saudade en los numerosos hijos de este pueblo cosmopolita, separados de su patria por largo camino de montes y de mares.

Aun los críticos que no hace mucho tiempo hablaban de los verdores de Pereda, y como que se resistían a considerar sus obras perfectamente maduras, se han rendido ante Pedro Sánchez, encontrando para ella un caudal de elogios que ciertamente no habían desperdiciado al juzgar Los hombres de pro o El sabor de la tierruca.

Pedro Sánchez me parece mucho mejor novela que El buey suelto; pero me quedo con El sabor de la tierruca y con Don Gonzalo. Y, por otra parte, esta opinión mía a nadie quiere imponerse.

Los que hayan leído El sabor de la tierruca, Don Gonzalo, De tal palo, tal astilla, y aquellos incomparables cuadros cortos de las dos series de las Escenas Montañesas, entre los cuales sobresale el no bastante conocido de La hila, aquí encontrarán, sin que el autor se repita, el mismo mundo de alegría franca, de plácida honradez, de salud rústica, con que ya están familiarizados.

De él se tiraron sólo 25 ejemplares. Aviso a los bibliófilos del porvenir. La segunda época de la vida literaria de Pereda comienza en 1878, y abarca cinco largas novelas: EL buey suelto, Don Gonzalo González de la Gonzalera, De tal palo, tal astilla, El sabor de la tierruca y Pedro Sánchez.

Por eso, después de Pedro Sánchez, como después de El sabor de la tierruca y De tal palo..., oyó siempre Pereda la voz de quien mejor le quería, repitiéndole: « eres ante todo el autor de El Raquero, de La Leva y de El fin de una raza. Si quieres elevar un verdadero monumento a tu nombre y a tu gente, cuenta la epopeya marítima de tu ciudad natal.

Por eso yo no leí El sabor de la tierruca, sino que le sentí, y por eso ahora no le juzgo, sino que traslado al papel la impresión de placidez y de bienestar que me causó, sin ponerle peros, porque, a mi entender, no los tienen ni aquel paisaje ni aquellas gentes. Reciente está el éxito ruidoso de Pedro Sánchez.

Tipos y paisajes; un tomo, 3 pesetas. Tipos trashumantes; 2 pesetas. Esbozos y rasguños; 4 y 4,50 pesetas. El sabor de la tierruca; tela, 3 y 4 pesetas. Pedro Sánchez, segunda edición, 4,50 y 5 pesetas. En publicación: Obras completas, esmeradamente corregidas, a 4 y 4,50 pesetas tomo. Encuadernadas bonitamente, en tela, una peseta más. Se hallan de venta las siguientes: Los hombres de pro.

Cuestión de nombres, propia de retóricos ociosos. ¿A qué buscar más enseñanza ni más transcendencia en un libro, que deja al fin la impresión de salud robusta, de frescura patriarcal y de primitivos afectos que deja en el alma El sabor de la tierruca? Y en cuanto al nombre, el autor no le ha dado ninguno.

En Fray Luis de León fuíste cigarra que endulzaba el reposo de la siesta, y tonada de amor de la tierruca en los cuadros agrestes de Pereda; caballero gentil de la Armonía en el rugiente "Niágara" de Heredia, batir de alas de ingrávidos querubes en las trovas ardientes de Teresa.