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A la sombra me lo tuvieron veinte y tantas horas, y aún durara más su cautiverio, si de él no le sacara el día 11 su papá, sujeto respetabilísimo y muy bien relacionado. ¡Ay!, el susto que se llevaron D. Baldomero Santa Cruz y Barbarita no es para contado. ¡Qué noche de angustia la del 10 al 11!

«... Si es verdad, como tengo entendido, que merced a la iniciativa patriótica y generosa de un respetabilísimo personaje de esta villa, se prepara el advenimiento a ella del cuarto poder de los estados modernos.

D. Paco dijo con firmeza y enojo la condesa . Nada importa ahora lo que lord Gray hiciera o dejase de hacer anoche... Pues como decía, aquí viene lord Gray, un sujeto respetabilísimo y tan formal y circunspecto, que no hay otro que se le iguale. Ellas se entretienen oyéndole contar sus aventuras. ¿Conoce usted a lord Gray? , señora.

Noventa y tres años de edad contaba este virtuosísimo y respetabilísimo patriarca cuando murió el rey D. Felipe III, y aun parecia que el cielo le queria conservar muchos más al amor y agradecimiento de su clero y pueblo, que como verdadero padre dirigia y santificaba.

El general, que no tenía noticias muy exactas de lo que había sucedido a Santa Eulalia con Calfurniano, creyó buenamente que aquella mocosa quería burlarse y exclamó dando un tremendo puñetazo sobre la mesa: Oiga usted, señorita, ¿sabe usted con quién está hablando? ¿Sabe usted que soy el gobernador militar de la provincia y que nunca he tenido afición muy decidida a las bromas? ¿Sabe usted a lo que se expone al querer burlarse del respetabilísimo consejo de guerra que en este momento presido? ¿Sabe usted que me están dando intenciones de mandarla a usted a la cárcel y encerrarla en un calabozo y tenerla allí a pan y agua hasta que se pudra?... ¿Lo sabe usted, eh?..., ¿lo sabe usted?... ¿Eh?..., ¿eh?...

Tal es la tradición que, en su infancia, oyó contar el que esto escribe a fray León Fajardo, respetabilísimo sacerdote y comendador de la Merced. AL POETA ESPA

Acaso me abonaban también la buena memoria de mi padre y el nombre respetabilísimo de mi abuelo. Quedé prendado de la nobleza de carácter y de la esmerada educación del señor Fernández. Desde ese día le tuve en altísimo concepto, sin que durante los años que viví a su lado se amenguara en la opinión que de él me formé desde el primer momento.

Roñoso para todo, era hombre de rumbo para los gastos de la casa y de la bella Hortensia. Tenía el sentimiento del comerciante rico que considera a la mujer como el mejor medio de lucirse. En la apariencia, don Matías era un hombre respetabilísimo, serio, de ideas profundas; en el fondo era un pobre majadero, un caso de pedantería y de vanidad grotescas.

Por amor, por devoción a mi hija, concebí un proyecto tan sentimental como descabellado. A fin de realizarle me expuse a la más dura de las humillaciones. Mi efímero amante, el joven Secretario de la Legación inglesa en Río de Janeiro, no era ya Master John, era Sir John. Se había transformado en un señor respetabilísimo de cuyas circunstancias había yo tomado exactos informes.