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La avalancha de gente laboriosa que se dirigía á Valencia llenaba los puentes.

El bueno y anciano ministro venía precisamente de la alcoba mortuoria del Gobernador Winthrop, que acababa de pasar á mejor mundo, y se dirigía ahora á su casa alumbrándose con una linterna. El brillo de ésta había hecho imaginar al Sr.

Quería escaparme á toda costa, ya para morir, ya para recobrar mis fuerzas y la tranquilidad de mi espíritu en la soledad. Sin saber fijamente á dónde dirigía mis pasos, salí de la ruidosa ciudad y caminé hacia las altas montañas, cuyo dentado perfil vislumbraba en los límites del horizonte. Andaba de frente, siguiendo los atajos y deteniéndome al anochecer en apartadas hospederías.

Vendrían otros tiempos, otro modo de ser, algo nuevo, estupendo y que diera juego. «En fin pensaba ella , veremos eso». Pez continuaba yendo a la casa; mas ella le había tomado tal aversión, que apenas le dirigía la palabra. Con respecto a esto, los pensamientos de la orgullosa dama eran tantos y tan varios, que no acertaré a reproducirlos.

No reconociendo igualdad más que en Luna, sólo a él dirigía su palabra, como si los demás no tuvieran otro deber que escucharle en silencio. Si alguno hablaba, fingía no oírlo y seguía dirigiéndose a Gabriel.

Entretanto, hacía yo tales chambonadas, que compañero debió de formar pésima idea de los jugadores de la capital; pero estaba escrito que Cecilia me había de hacer perder siempre al whist, porque también esta vez, como cuando la conocí, pensaba en ella más que en el juego, y mis ojos se dirigían constantemente hacia el alegre círculo que dirigía.

Las cuatro hijas rezaban siempre en un mismo sitio, bajo la mirada persistente de su madre. Á la más leve distracción, al más insignificante descuido, la madre gritaba con aspereza: «¡Matilde!... ¡Laura! ¿queréis estaros quietas?» D. Álvaro entonces interrumpía un instante su paseo, callaba, y dirigía á las culpables una mirada precursora de algún castigo.

Me afeó el préstamo aceptado de Lea y puso cuanto tenía á mi disposición, pero no era bastante para sacarme del apuro. Se ofreció amistosamente á servirme de intermediario para anunciar á Lea mi viaje y me hizo observar que acaso fuese peligroso enterarla del país á que me dirigía. Me acompañó á mi casa, me ayudó á terminar mis preparativos y me acompañó á la estación.

Vaya, no puedes quejarte... Pero, ¿qué tienes? ¿Te vas a poner mala por un hombre a quien ves todos los días? Judit no oía estas palabras; era demasiado feliz. Arturo acababa de inclinarse hacia ella y le dirigía un saludo, con grande escándalo del dorado palco en que se encontraba.

»Siempre que Carlos encontraba a Fiamma o a su marido en el parque separadamente, les hablaba con cariño y amistad alentándolos en sus tareas y no separándose de ellos nunca sin darles una prueba de su generosidad. Cuando los encontraba reunidos, volvía la cabeza y no les dirigía la palabra. »Creo que ama usted a Fiamma le dije un día riendo, y que tiene celos de Bautista.