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Porque es bien que sepan ustedes que desde el instante mismo en que tuve conocimiento de la huida de las monjas concebí el proyecto y aun formé propósito de ir a esta ciudad en cuanto pudiese hacerlo sin ser advertido.

Yo lo pensé, yo lo concebí envuelto en impresiones disparatadas y confundido con ideas enteramente absurdas. ¡Misterios del cerebro, desórdenes de la ideación! Es que la inspiración poética precede siempre a la verdad, y antes de que la verdad aparezca, traída por la sana lógica, es revelada por la poesía, estado morboso... En fin, que yo lo adiviné, y ahora lo .

Exmo. Señor: Asumpcion, 12 de Abril de 1784. Leidos con atencion los papeles que el Señor D. José Varela me dió cuando salí de esa, concebí que la línea divisoria debia seguir el rio Igatimí hasta su orígen; y luego, segun el artículo 4.^o del tratado, dirigirse al norte por la cresta de una serrania que corre de sur á norte entre los rios Paraná y Paraguay: hasta que se pudiese, cayendo al oeste, cubrir los pastos y yerbales de dos pueblos que tenemos al norte del Ipané, y deben quedar por nosotros, conforme al artículo 16 del tratado, y á la órden de S. M. de 7 de Abril de 1782.

Un cacique de esta nacion, que vino con otros Tehuelches á visitarme, me dijo que habia estado en una casa de madera que andaba sobre el agua. Como dijo esto pocos años despues que el Almirante Anson habia pasado el mar del sur, concebí que el cacique estaria en uno de los navios pertenecientes á esta escuadra.

Y dice Miguel Viondi que Martí habló de tal manera, de patria y libertad, que el General Blanco se retiró de la fiesta diciendo al señor Azcárate: «quiero no recordar lo que yo he oído y que no concebí nunca se dijera delante de , representante del Gobierno Español: voy a pensar que Martí es un loco...». Y añadió: «pero un loco peligroso». A pesar del trabajo excesivo y de su dedicación a la literatura, Martí no dejó un día de conspirar desde que llegó a La Habana.

En presencia de aquel nuevo espectáculo y con la llanura del Puerto a la espalda, ya no era yo la estatua de granito con sangre de líquidos pedernales: la contemplación de aquel laberinto de sierras bravías, de cuetos escarpados y de picachos inaccesibles; de ásperos y sombríos repliegues, de pavorosas quebradas y de abruptos peñascales, transportó súbitamente mis imaginaciones a los entusiasmos «arqueológicos» de mi padre: allí me sentí contaminado de ellos; allí concebí al cántabro de sus himnos en toda su bárbara grandeza, hasta vestido de pieles y bebiendo sangre de caballo; y aun llegué a verle: le vi, , resucitado en carne y hueso, en la carne y en los huesos de mi propio espolique.

Por amor, por devoción a mi hija, concebí un proyecto tan sentimental como descabellado. A fin de realizarle me expuse a la más dura de las humillaciones. Mi efímero amante, el joven Secretario de la Legación inglesa en Río de Janeiro, no era ya Master John, era Sir John. Se había transformado en un señor respetabilísimo de cuyas circunstancias había yo tomado exactos informes.

Y esa sorpresa fue tanto mayor, cuanto que hacía muchísimo tiempo que esas mismas ideas eran las mías; fueron las primeras que yo concebí, y que el tiempo y mi enfermedad han fortificado. Cuando estaba usted, señora, en peligro de muerte, prometí a Dios que si la salvaba, me consagraría a él, abrazaría el estado eclesiástico. »¿Hacerse religioso? exclamé.

Y sin embargo de que el rey no quiso oírme una sola palabra de política, á pesar de que esto me entristeció, porque ya sabéis cuánta falta nos hace el que su majestad tome sobre el peso del gobierno, fuí feliz, concebí esperanzas; el rey se mostró transformado... Su majestad medita demasiado las cosas... Por el contrario dijo con arranque la reina , el rey no medita nada.