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Hablaré de esto al padre Jacinto para que él hable á mi madre, la convenza de que me conviene y quiero ser monja, y en vista de mi resolución desengañe á D. Casimiro. Desengaña , desde luego, al infeliz D. Carlos. No te niego que le he querido, que le quiero aún; pero no se lo digas. Díle que quiero á otro; que en mi corazón hay un inmenso vacío, donde reinan pavorosas tinieblas.

Satisfecha de lo que había realizado, y con cierta confianza en el éxito, se dirigió lentamente hacia el Saladero. ¡Largo y tremendo día, inmensa y pesada noche! Hay horas que parecen pedazos arrancados a las pavorosas eternidades del infierno. La Sanguijuelera esperaba, esperaba, y el indulto no aparecía.

En presencia de aquel nuevo espectáculo y con la llanura del Puerto a la espalda, ya no era yo la estatua de granito con sangre de líquidos pedernales: la contemplación de aquel laberinto de sierras bravías, de cuetos escarpados y de picachos inaccesibles; de ásperos y sombríos repliegues, de pavorosas quebradas y de abruptos peñascales, transportó súbitamente mis imaginaciones a los entusiasmos «arqueológicos» de mi padre: allí me sentí contaminado de ellos; allí concebí al cántabro de sus himnos en toda su bárbara grandeza, hasta vestido de pieles y bebiendo sangre de caballo; y aun llegué a verle: le vi, , resucitado en carne y hueso, en la carne y en los huesos de mi propio espolique.

Tal parece como si una legion de titanes hubiese edificado allí, para escalar el cielo, un enjambre de colosales fortificaciones de diversas formas, superponiendo las rocas como las capas de calicanto de una muralla, y que una tremenda conmocion del suelo hubiese luego desquiciado, destrozado y revuelto esas construcciones titánicas en mil moles discordantes y pavorosas.

A veces creía que se odiaban, a veces que se querían; siempre le parecieron un enigma viviente y trágico, una sima de pasiones pavorosas, a cuyo borde andaba la infeliz todo temerosa y estremecida, con un paso incierto de sonámbula, con una mirada pávida y llorosa, llena de lejana tristeza.

Quería Dios que aquella fatalidad impensada les sirviera de escarmiento, como la de la Torre de Siloe, cuyas voces pavorosas del estruendo explicó la Magestad de JESUS, que decían: escarmentad en los diez y ocho que sepultó en sus ruínas la torre porque si no enmendais vuestras vidas, pereceréis todos así: Nisi poenitentiam habueritis omnes similiter peribitis; sicut illi decem, & octo, super quos cecidit turris in Siloe Luc. 13. 4.

Sintió la cobardía de aquella tarde ante el espacio cubierto de nieve; un empequeñecimiento de niño abandonado, un deseo de achicarse, de dejar de ser hombre, de convertirse en un insecto, en una planta, en una piedra, en algo que estuviese por debajo de las crueldades humanas; y rompió a llorar silenciosamente, permaneciendo entre el sueño y el doloroso desvelo, víctima de pavorosas alucinaciones, hasta que se filtró la luz del día por las rendijas de la ventana.

El arte regenerará á quien le abandona; el arte enseñará á pensar á quien los hechos no inspiran una reflexion; el arte enseñará á sentir á quien las desventuras que directamente no le tocan, arrancan tan pocas lágrimas. El arte alienta y crece en España como una flor fragante entre pavorosas ruinas; y esto no es menester probarlo: basta con tomarse el sencillo trabajo de verlo.

Fuera de aquella cáscara de piedra reinaba la noche, una noche lóbrega, de profundo misterio. Al través de los muros parecía filtrarse ese solemne silencio que cae de lo alto, y en el cual los ruidos más leves adquieren proporciones pavorosas, como si el rumor se escuchase a mismo. Creía percibir Febrer los latidos de la circulación de su sangre en esta calma profunda.

La hilandera, que en sus noches pavorosas tanto había deseado la llegada de la primavera, vio con inquietud desarrollarse los crepúsculos largos y luminosos. Ahora se reunía con su novio en pleno día, y nunca faltaban en el camino compañeras de la fábrica ó mujeres del vecindario, que al verles juntos sonreían maliciosamente adivinándolo todo.