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Surgen de las entrañas de la tierra por un pozo circular que abren trabajosamente; se izan á la primera brizna de hierba que encuentran, desgarran su dorso repeliendo una envoltura seca como pergamino, y aparecen de un color verde tierno que rápidamente se obscurece. Luego trepan á los árboles, animando el silencio rumoroso de la Naturaleza con su música incansable.

Y se llevaba la mano al bolsillo, acariciando el revólver invicto que había estado próximo a salvar la ciudad, repeliendo él solo toda la invasión. El contacto del cilindro del arma pareció comunicarle nuevos bríos. ¡Ea! se acabó. Haré lo que buenamente pueda para quedar bien, como un caballero que soy. Pero no me caso, ¿lo entiendes? No me caso... Además, ¿por qué he de ser yo el culpable?

El fantasma se achicaría, haciéndose invisible, para engañarle y resurgir luego en todas sus horas de pensativa soledad; iba á amargar sus noches en vela, á perseguirle á través de los años lo mismo que un remordimiento. Afortunadamente, las imposiciones de la vida real fueron repeliendo en los días sucesivos estos recuerdos tristes.

Inmóviles en los canales flamencos de aguas negras y burbujeantes, había descendido hasta sus dormidas cubiertas la melodía cristalina del carillón perdido en el misterio de la noche. Grandes puentes giratorios se habían abierto ante ellos, repeliendo las masas de gentío y de carretones, para darles paso en los ríos navegables de Holanda.

Pero al ver que el talabartero, que le inspiraba una irresistible aversión, se unía a estas burlas, perdió la calma. ¿Quién era aquel hambrón, que vivía colgado de su maestro, para discutir con él?... Y repeliendo toda continencia, sin reparar en la madre y la esposa del matador, y en Encarnación, que, imitando a su marido, fruncía el bigotudo labio y miraba despectivamente al banderillero, éste se lanzó cuesta abajo en la exposición de sus ideas, con el mismo fervor que cuando discutía en el comité.

El guerrero aceptó con alegría la orden. Su tropa llevaba varias horas de correr las calles, luchando con la rebelde curiosidad del público y repeliendo á los transeuntes y las máquinas terrestres. Cesaron de sonar las trompetas y los jinetes se desparramaron en las vías inmediatas.

Apoyó la punta del estoque entre los dos cuernos, mientras con la otra mano agitaba la muleta, para que la bestia, atraída por el trapo, humillase la cabeza hasta el suelo. Apretó la espada, y el toro, al sentirse herido, agitó el testuz, repeliendo el arma. ¡Una! gritó la muchedumbre con burlesca unanimidad.

Y el vehículo salió del camino, hundiendo sus ruedas en la tierra removida, teniendo que hacer grandes rodeos para evitar los sepulcros esparcidos caprichosamente por los azares del combate. Casi todos los campos estaban arados. El trabajo del hombre se extendía de tumba en tumba, haciéndose más visible así como la mañana iba repeliendo su envoltura de nieblas.

Algunas noches se veía obligado á colocarse junto á la hoguera que hacía hervir el caldero de su comida, repeliendo con el terror de sus manos enormes á toda la chusma voraz. Sólo así conseguía que los pescados no desapareciesen de la vasija, quedando únicamente el caldo para él. El primer día festivo le dejaron libre de trabajo.

Iba á caer sobre él con los puños, con los dientes, entablando una lucha prehistórica, la pelea animal antes de que el hombre inventase la maza. Tal vez el otro ocultaba un arma y podía matarle; pero él, en su soberbia vengativa, sólo veía la muerte del enemigo, repeliendo todo temor.