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Tenemos aquí el repertorio y el itinerario de todas las compañías que se forman en París ó en Londres, y las familias de los artistas vienen con frecuencia á preguntarnos á dónde deben dirigirles las cartas. ¿De qué compañía se trata? De la de Novelli.

Recuerdo que un cardenal vino á preguntarnos si preferíamos recibir quince mil ducados con una indulgencia plenaria para cada arquero, ó veinte mil ducados con la maldición de Urbano V. En todo el campo no hubo más que una opinión: veinte mil ducados. Sin embargo nuestro capitán acabó por ceder y recibimos la bendición apostólica contra toda nuestra voluntad y un sin fin de indulgencias.

Y les diremos cómo se hace una hebra de hilo, cómo nace una violeta, cómo se fabrica una aguja, cómo tejen las viejecitas de Italia los encajes. Las niñas también pueden escribirnos sus cartas, y preguntarnos cuanto quieran saber, y mandarnos sus composiciones para la competencia de cada seis meses. ¡De seguro que van a ganar las niñas!

¡Que no eres nada! exclamó la madre, con sorpresa primero, después con cólera, y mirándonos a todos como para preguntarnos si su hijo se había vuelto loco durante la campaña. Yo no soy nada, no soy más que un papamoscas repuso el chico . ¿De qué me valen esos papeluchos viejos y esos escudos de armas, si todos se ríen de mi desde que abro la boca, porque no digo más que necedades?

Esto hicimos nosotros aquella mañana: salimos á la calle á la buena de Dios; y como lo primero que divisamos fuese, á muy pocos pasos de la puerta del hotel, cierto arco de piedra que daba acceso á una gran plaza con árboles y jardines, nos dirigimos allá resueltamente, no sin preguntarnos antes con tanto énfasis como si acabásemos de descubrir la India. ¿Qué plaza será ésta?

Se me ocurre una idea. ¿Si partiera para París con Elena? ¿Y por qué no para la casa de sanidad? No hay pocas casas de sanidad en Francia. No comprendo vuestra intención. Reparad, señora, que la autoridad podría preguntarnos el nombre de la casa de sanidad, y quizá nuestros enemigos consiguieran de ese modo su objeto.

Andando en estas investigaciones, se nos presentó una mujer más que cincuentona, limpia y afable, a preguntarnos qué queríamos tomar mientras llegaba la hora de la cena, que en aquella casa era la de las ocho; porque barruntaba que debíamos de venir desfallecidos... Dímosle las gracias, asegurándola que de ningún alimento necesitábamos hasta la hora de cenar, y volvió a dejarnos solos.

Terminado el examen de la Plaza Mayor, atrajeron nuestra vista y despertaron nuestra curiosidad dos altísimas torres gemelas, dominadas por una cúpula y un cimborio, y no exentas de majestad y gallardía, que asomaban á lo lejos, hacia la parte del Sudoeste, por encima de las intermedias manzanas de casas. ¿Qué será aquello? volvimos á preguntarnos. ¡Ah, ya!..... Los Jesuítas.....

»Habíanse puesto a bordo del bajel a preguntarnos quién éramos, y adónde navegábamos, y de dónde veníamos; pero, por preguntarnos esto en lengua francesa, dijo nuestro renegado: ''Ninguno responda; porque éstos, sin duda, son cosarios franceses, que hacen a toda ropa''. Por este advertimiento, ninguno respondió palabra; y, habiendo pasado un poco delante, que ya el bajel quedaba sotavento, de improviso soltaron dos piezas de artillería, y, a lo que parecía, ambas venían con cadenas, porque con una cortaron nuestro árbol por medio, y dieron con él y con la vela en la mar; y al momento, disparando otra pieza, vino a dar la bala en mitad de nuestra barca, de modo que la abrió toda, sin hacer otro mal alguno; pero, como nosotros nos vimos ir a fondo, comenzamos todos a grandes voces a pedir socorro y a rogar a los del bajel que nos acogiesen, porque nos anegábamos.

Esto significaba que tras contemplar online la descripción de nuestras relaciones sociales, podríamos utilizar los ordenadores para analizarlas, dar sentido a lo que hacemos, preguntarnos en qué espacio cada uno encuentra un lugar que le corresponda, y cómo podemos trabajar mejor juntos."