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Sabían que su padre era francés, y esto bastaba para que lo acogiesen como si llegase en línea recta del palacio del muelle de Orsay, representando á la más alta diplomacia de la República. El afán de proselitismo hizo que todos ellos le concediesen de pronto una importancia desmesurada.

Con estas noticias se dispuso, que un destacamento de 1,000 hombres de caballeria y 2,000 indios auxiliares de Anta, al cargo del Mayor General del ejército, D. Francisco Cuellar, se pusiese en marcha á dobles jornadas para la provincia de Carabaya, no solo con el objeto de perseguir y procurar arrestar á los traidores, antes que se acogiesen á los Andes, si no tambien para que castigase á aquellos infames provincianos, que han sido, entre los que nos han aborrecido, los enemigos mas tenaces del nombre español.

Desde entonces todo fué vida y actividad; y aunque tuviese el dolor de ver malogrado sus esfuerzos, no por esto renunció á la esperanza de hacer valer su experiencia para que se acogiesen sus indicaciones. Entre los arbitrios que propone, y que nos han parecido oportunos y practicables, hay uno que debe llamar la atencion del Gobierno, porque puede contribuir á aumentar los recursos del erario.

»Habíanse puesto a bordo del bajel a preguntarnos quién éramos, y adónde navegábamos, y de dónde veníamos; pero, por preguntarnos esto en lengua francesa, dijo nuestro renegado: ''Ninguno responda; porque éstos, sin duda, son cosarios franceses, que hacen a toda ropa''. Por este advertimiento, ninguno respondió palabra; y, habiendo pasado un poco delante, que ya el bajel quedaba sotavento, de improviso soltaron dos piezas de artillería, y, a lo que parecía, ambas venían con cadenas, porque con una cortaron nuestro árbol por medio, y dieron con él y con la vela en la mar; y al momento, disparando otra pieza, vino a dar la bala en mitad de nuestra barca, de modo que la abrió toda, sin hacer otro mal alguno; pero, como nosotros nos vimos ir a fondo, comenzamos todos a grandes voces a pedir socorro y a rogar a los del bajel que nos acogiesen, porque nos anegábamos.

Empujó el entreabierto portón de hierro, sin que una voz ni un ladrido acogiesen su presencia. Vió un jardín abandonado en parte, con una vegetación parásita al pie de los árboles sin podar, cubriendo el espacio que antes habían ocupado los arriates de flores. El resto estaba mejor atendido, pero era una huerta con pequeños rectángulos de verduras comestibles sometidos á un cultivo intensivo.