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Toma esta llave, entra en mi recámara, y abre el armario; en uno de sus tableros hay un cofre pequeño muy pesado, tráetelo. ¡Oh, y sin perder un minuto, traeré también á vuecencia equipaje! Bien, escucha: pon algunos trajes de corte; es posible que sin descansar me plante en París. ¿Y va á ir vuecencia solo? Enteramente solo; pero ve, mi buen Díaz, ve que estamos perdiendo el tiempo.

Eran la alegría y el estorbo del barrio, estímulo y apuro de sus padres, desertores más bien que alumnos de la escuela, un plante del que saldrían quizás hombres de provecho y sin duda vagos y criminales. De su edad respectiva poco puede decirse. Eran niños, y tenían la fisonomía común a todos los niños, la cual, como la de los pájaros, no determina bien los años de vida.

Pero cuando supe la gravedad del amigo queridísimo, me planté allá... Un mes le acompañé y asistí... ¡Qué pena!... Murió en mis brazos. ¡Ay!...». Estos ayes eran suspiros que a Doña Paca se le salían del alma, como pajaritos que escapan de una jaula abierta por los cuatro costados.

3 Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que mi corazón anduviese en sabiduría, y retuviese la locura, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida. 5 me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todos frutos.

Cabe anchurosa playa de fina y suave arena, y al pié de una montaña cubierta de verdor, planté mi choza humilde bajo arboleda amena, buscando de los bosques en la quietud serena reposo a mi cerebro, silencio a mi dolor.

Repito que nunca me he dado cuenta exacta de aquella situación de espíritu: fue algo parecido a esa tristeza que les da a los gallegos cuando pasan mucho tiempo fuera de su tierra; pero mezclada, aunque yo no deba decirlo, con cierta bondad de alma que me impulsaba a disculpar y perdonar todo el mal recibido. En fin, que me planté en el pueblo.

Le diré a usted; yo salí del gabinete haciendo como que me largaba a la cocina, y me planté detrás de la puerta, y por una rendija miré... Se quedó más blanca que el papel..., luego se sentó de espaldas; pero me pareció que yoraba, lo cual que no me lo explico. Vamos por partes: ¿te preguntó las señas del caballero de quien tomaste la carta?

Por fin, he conseguido de mi madre que no le reciba más en casa. ¿Por qué? Porque es muy aficionado a las muchachas, y no me gusta verle hablar con mi novia. Mamá no quería; pero me planté, chico. «O lord Gray o yo» dije y no hubo más remedio. Según eso, le han puesto en la puerta de la calle. Con cortesía y disimulo.

¡Y después, el descanso que sigue a tanta fatiga! El descanso, , al mismo tiempo la vejez, porque yo voy envejeciendo, todo me lo indica con la mayor claridad; por ejemplo: estos árboles que yo he plantado, estas enredaderas que yo misma planté en la parte norte de la casa, con el objeto de que no mintiesen los versos de mi hijo cuando describe a Milly en sus Armonías y la espesura que cubre actualmente todo el muro desde los sótanos de la casa hasta el tejado; estas mismas paredes que van cubriéndose de musgo, estos cedros que eran altos como mi última hija Sofía a la edad de cuatro años, y que ahora me dejan pasar libremente bajo sus ramas más elevadas que mi frente; todo, todo en fin, me dice con muda y aterradora elocuencia, que voy envejeciendo, y que mi vida es corta. ¡Ah!

Era aquella risa el demonio de la gula que reconocía su campo. Tercié la capa, calé el sombrero y me planté en la calle. ¿Qué es un aniversario? Acaso un error de fecha. Si no se hubiera compartido el año en trescientos sesenta y cinco días ¿qué sería de nuestros aniversarios?