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Los habitantes son belicosos y proceden, a lo que se cree, de cruzamientos de papúes y polinesios. Son, en general, negros, de estatura alta y bien conformados, con la frente despejada, la nariz regular y el cabello lanudo, que se tiñen de rojo. Se adornan el cuello con medias lunas de nácar y figurillas de hueso, y las orejas con conchas de tortuga.

Tampoco las tienen los papúes dijo el Capitán ; pero disponen de recipientes, y en sus canoas no falta nunca el agua dulce. ¿Y cómo se las componen? Ahora lo verás. De uno de los muchos bambúes que por allí había, cortó con el hacha un trozo del grueso del muslo, y lo dividió en otros trozos más pequeños cortándolo por cerca de los nudos.

Esta habitación ha sido abandonada dijo. ¿Habrán sido muertos los propietarios? preguntó Cornelio. Puede ser. Los papúes de la costa y los del interior se odian ferozmente y se destruyen unos a otros en sangrientas batallas; pero añadiré que los papúes son también muy aficionados a emigrar. Pues aprovechemos la ausencia de los propietarios y tomemos posesión de tan segura vivienda.

Los papúes sólo cubren la parte del suelo de la choza en que suelen estar ordinariamente, y aun ésa muy a la ligera. El piso del corredor exterior sólo tiene las traviesas, habiéndose de andar por él a saltos y con pie seguro para no caer por entre ellas en la plataforma inferior. ¡Demonio! exclamó Cornelio . Este pavimento es para pájaros, tío.

Tenían también en cuenta la necesidad que pudieran tener de la chalupa como lugar de refugio si eran atacados por los papúes, caso de que los hubiera en aquellos bosques. La chalupa les brindaba también manera de ponerse fuera del alcance de las serpientes, que abundan en la isla, y aun de los tigres, que tampoco escasean en ella, y señaladamente en las costas.

¡Imposible! contestó el Capitán, arrojándose fuera con el fusil en la mano. Horn y los tres jóvenes, muy alarmados, salieron también armados de sus fusiles. Los ladridos continuaban a intervalos regulares, pero sin acercarse. Es imposible que sean los papúes repitió el Capitán, que no apartaba la vista del bosque. ¿Por qué? le preguntó Cornelio. Porque nunca han tenido perros, ni aquí los hay.

Quizás crea que hemos caído en manos de los papúes, y hasta nos tenga por muertos. Sabe que estamos armados y que sabemos defendernos. Confiemos en Dios. El piloto, aunque aquejado por tristes pensamientos, cortó aquella penosa conversación, encendiendo fuego y poniendo a asar sobre las brasas algunas chuletas del babirussa.

Las que veían nuestros náufragos llevaban grandes velas triangulares de filamentos vegetales entretejidos, e iban tripuladas por muchos hombres negros medio desnudos, que se distinguían sobre los puentes. Son papúes, si no me engaño dijo el Capitán . Mala vecindad, amigos míos. ¿Se trata de piratas? preguntó Van-Horn. Lo temo, viejo mío; y hasta parece que tratan de alcanzarnos.

No es muy cómodo para nosotros, Cornelio; pero a los papúes les basta. Pero debe de ser peligroso para los pequeñuelos indígenas. Son ágiles como macacos le contestó el Capitán. No quiero correr el peligro de poner el pie en falso y de ir a dar con mis huesos en el suelo, querido tío, cosa muy fácil con esta obscuridad; prefiero andar a gatas. Es lo más seguro dijo el Capitán, riendo.

¿Qué has descubierto? preguntó Van-Stael, saliendo del bosque. ¡Mira! Es una casa de papúes dijo el Capitán. ¡Mal encuentro, si está habitada! ¿Una habitación? , Cornelio. Los papúes para no dejarse sorprender por sus enemigos o por las fieras, construyen sus cabañas sobre altas estacas. Pero esa es inmensa. Suelen habitar muchas familias en cada una de esas casas aéreas.