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Poldy tuvo entonces barruntos de que la cigüeña iba a emigrar y a volver sin duda al soñado palacio, a la ciudad oriental, al templo o a la quinta, donde el autor de los versos moraba. Irresistible fue la tentación que sintió de escribirle. ¿Porqué no había de hacerlo por estilo prudente y decoroso que no la comprometiera?

Fué la travesía como al emigrar plácida y hermosa, y al murmullo de las olas del Atlántico, Sebastián, libre por vez primera de la diaria esclavitud del trabajo, sintió que se despertaban en él extraños anhelos, aspiraciones nuevas, vivas, en que reclamaba su parte alícuota la imaginación. De estas aprensiones suele padecer el que se acerca á la dicha esperada largo tiempo.

Privados de su baluarte, quizá los habitantes de la aldea amenazada persistan en no moverse de allí por amor á su hogar natal; pero tarde ó temprano, el peligro se hace inminente, y hay que emigrar á toda prisa, llevándose los objetos preciosos y dejando la casa á merced de las nieves amenazadoras.

Todo lo que entonces hubiese hecho en contradicción con los dos proyectos de doña Inés del casamiento de su padre y del monjío de ella, hubiera sido la más audaz rebelión contra la tiranía de la reina absoluta de Villalegre, y a don Paco y a ella los hubiera puesto en peligro de tener que emigrar, como Adán y Eva, expulsados del Paraíso.

Se extrema después la bondad del corazón de D. Antonio cuando recoge al niño Angelito, que providencialmente viene a ponerse bajo su amparo, y que es hijo de Soledad y del anarquista Isaías, que ha tenido que huir y que emigrar a Buenos Aires.

Tuvo que emigrar don Carlos, y Ana quedó en poder de doña Camila, que por imprudencia imperdonable de Ozores se vio disponiendo a su antojo de la mayor parte de las rentas de su amo, cada vez más flacas, pues las conspiraciones cuestan caras al que las paga.

Mañana son los funerales. ¡Que la sabiduría de Confucio, inspirándole, ayude a emigrar su alma! Y el buen sujeto, levantándose, se quitó respetuosamente el sombrero, y salió, con el paraguas debajo del brazo. Entonces, al sentir cerrar la puerta, me pareció despertar de una pesadilla. Salté al corredor.

Creyó que mudarían de actitud al día siguiente, cuando, haciendo uso de los plenísimos poderes y facultades omnímodas de que venía investido, ordenó a la Agar y al Ismael de aquel patriarcado emigrar al desierto. ¡Milagro asombroso! Tampoco se alteró entonces la mansedumbre de Primitivo. Los señoritos traerán cocinera de allá, de Santiago... explicaba Julián, para fundar en algo la expulsión.

Esta habitación ha sido abandonada dijo. ¿Habrán sido muertos los propietarios? preguntó Cornelio. Puede ser. Los papúes de la costa y los del interior se odian ferozmente y se destruyen unos a otros en sangrientas batallas; pero añadiré que los papúes son también muy aficionados a emigrar. Pues aprovechemos la ausencia de los propietarios y tomemos posesión de tan segura vivienda.

Germán, desesperado, viendo a su madre desgraciada y previendo una ruina inminente, pues su padrastro estaba ya terminando con su caudal y no tardaría en comenzar con el de su esposa, decidió emigrar a América, abandonando sus esperanzas de ser un artista de fama. En Guatemala un hermano de su padre beneficiaba algunas fincas, dedicándose principalmente al cultivo del café.