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Después, a falta de sagú, pues lo habían dejado en el bosquecillo de nueces para andar más ligeros cuando emprendieron la carrera tras del babirussa, echó mano de algunas frutas del árbol bajo el cual estaban. Eran del tamaño de melones medianos, cubiertas de una piel rugosa, y contenían en su interior una pulpa amarilla y tierna, que se prepara asándola sobre brasas.

El Capitán, Hans y el chino habían esperado en vano en el bosquecillo de nueces moscadas la vuelta de los cazadores, que se habían alejado siguiendo al babirussa. Al principio no se inquietaron, creyendo que el animal los había llevado muy lejos; pero viendo que las horas pasaban sin que Cornelio ni Horn volvieran, comenzaron a recelar que les hubiera podido ocurrir alguna desgracia.

Después de haber recomendado a Hans y al chino que no abandonaran el bosquecillo y vigilasen atentamente, se puso en marcha hacia el Sur, siguiendo las huellas del babirussa y teniendo la precaución de señalar los árboles a su derecha, dando en ellos hachazos, a fin de guiarse al regreso. Se internó mucho en la selva; pero ya iba al acaso, pues había perdido las huellas del animal.

¡Va herido!; ¡sigámoslo, señor Cornelio! dijo Van-Horn. Pero ¿qué animal es ése? preguntó el joven. Un babirussa. Apresurémonos a seguirlo, o perderemos su rastro le replicó el piloto. Pusiéronse en persecución del animal, que, efectivamente, debía de estar herido, pues se veían manchas de sangre en las malezas.

Los imprudentes, persiguiendo a la res, se han olvidado de hacer señales en los árboles, y Dios sabe dónde estarán ahora. No pueden estar muy lejos, tío dijo Hans . El babirussa perdía sangre y no habrá podido correr mucho. De seguro volverán. Pero la selva es inmensa, Hans, y muy fácil extraviarse en ella. Van-Horn es un marino, y sabes que los hombres de mar saben orientarse muy bien.

Eso es lo que no podemos saber; pero me parece que el babirussa huyó hacia el Sur. Caminando, pues, hacia el Norte, nos cruzaremos, más o menos lejos, con el Capitán. ¿Y si está buscándonos y se ha dirigido al Oeste? En tal caso trataremos de llegar a la orilla del Durga. Sabemos que se dirige allí, y tendremos que encontrarle.

El piloto descuartizó con su hacha al babirussa; cargó con un costillar, y junto con Cornelio, emprendieron la vuelta hacia donde habían quedado sus compañeros. Por desgracia, se habían olvidado de señalar los lugares por donde habían ido pasando, y para colmo de desventura, las manchas de sangre que a su paso dejara el animal no eran visibles en aquel caos de vegetales.

Cornelio, que era más ágil, corría como un gamo, saltando por encima de las raíces y rompiendo con su cuchillo las lianas que se oponían a su paso, seguido de Horn, que hacía desesperados esfuerzos para no perderlo de vista; pero el babirussa, a pesar de la sangre que iba perdiendo, no paraba de correr.

Era un verdadero babirussa, que es como lo llaman los malayos, palabra que, traducida literalmente, significa puerco-ciervo, aunque nada tiene de común con los cuadrúpedos de esta última especie. Pertenece a la de los paquidermos, y constituye un género particular de la familia de los cerdos, animal éste con el cual tiene gran semejanza.

Quizás crea que hemos caído en manos de los papúes, y hasta nos tenga por muertos. Sabe que estamos armados y que sabemos defendernos. Confiemos en Dios. El piloto, aunque aquejado por tristes pensamientos, cortó aquella penosa conversación, encendiendo fuego y poniendo a asar sobre las brasas algunas chuletas del babirussa.