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Miré alrededor y vi una especie de choza que tenía aspecto de venta; los indios habían abandonado allí a las niñas para irse a tomar guarapo. ¡Y el sol rajante caía sobre ellas y sus ojitos empezaban a tener la fosforescencia de la fiebre!

, señores; me hacía ojitos. Ustedes están todavía en la edad en que una cosa así les pasa a menudo; pero, cuando hayan cumplido los cuarenta y tengan plena conciencia de su vientre gordo y de su calvicie, verán ustedes qué agradecimiento sienten para con la camarera o la primer criada que se les presente y que se tome el trabajo de dirigirles miraditas... ¡Y piensan, pues, lo que será cuando se trata de una maravilla semejante, de una criatura de lo más elegido y de lo más gracioso!...

Yo... si he de decirte la verdad, le he tomado cariño. ¡Ay!, sus salvajadas me divierten. ¡Es tan mono! ¡Qué ojitos aquellos!, ¿pues y los plieguecitos de la nariz?... y aquella boca, aquellos labios, el piquito que hace con los labios, sobre todo. Ven acá y verás el nacimiento que le compré.

Pestañeó la niña dos o tres veces, y luego cerró los ojitos, mientras su madre no cesaba de arrullarla con una nana aprendida del ama, una especie de gemido cuya base era el triste, ¡lai... lai!, la queja lenta y larga de todas las canciones populares en Galicia.

Un minuto más que hubiera ella tardado, y el pobre Santo, indefenso, hubiera perdido sus dos ojitos clementes, llenos de lágrimas. Irguióse la muchacha, indignada, con el Niño en los brazos, y le besó con ternura compasiva, dispuesta a defenderle y amarle contra todas las sombras perversas de Rucanto.

En sus juegos de niño, Al descender ufano Del tronco envejecido de un manzano, Miraba con cariño El fruto más hermoso, Que a me regalaba generoso, Y muy sério decía: "Es pequeña, redonda, Y parece una cara de muñeca Sonrosada y moronda... Y yo, en vez de comerla, le pondría Ojitos". Y, apesar de alguna mueca, Convertía aquel fruto En busto de cupido diminuto.

Á poco abría Buby mucho los ojitos, luchando contra el sueño que se los cerraba: cerróselos al fin del todo, y el cuerpecillo resbaló buscando el calor de las mantas, y la cabecita quedó sobre la almohada, escondida tras un brazo, como esconden los pajaritos la suya debajo del ala. De pronto, sintió una cosa suave que le rozaba la frente.

Y Currita, persuadida ella misma de lo que decía, cual suele suceder a los embusteros de oficio, extendía las manos y abría mucho los claros ojitos, como para que la madre Larín la estudiase por dentro, concluyendo por echarse a llorar amargamente, cubriéndose el rostro con el pañuelo.

Nada más delicioso que esas caritas blancas, puras, sonrosadas, con sus ojitos azules, profundos como el cielo y limpios como él, los cabellos rubios cayendo en ondas a los lados, la boca graciosa e inmaculada, mostrando los dientecitos sonrientes. Nada más suave, nada más dulce.

Despídete de mi boca de rosas, y de mis ojitos como las estrellas del cielo... Y luego has de hacer todo lo que yo te mande: volverte a Madrid, y vivir en tu casita como antes vivías. Si casar migo, ... Si no casar, no. ¿Comes o no comes?