United States or Italy ? Vote for the TOP Country of the Week !


Narcisa, más convencida que nunca de la importancia de su persona y de la sublimidad de su talento, se engolfaba en lamentaciones augurales, presagiando que el regreso tan festejado del marino había de traer graves perjuicios al esclarecido solar de Rucanto....

Por la tarde, ya ensillado el caballo del señorito, próxima la hora del tren que había de tomar fuera del pueblo, rondaba Rita el cuarto del viajero, muy compungida. Al salir le dió el médico la mano, y le dijo revelando preocupación secreta: Si ocurre algo en Rucanto me escribes o me telegrafías, ya te diré adonde. Se despidieron.

Después pensó pedir a doña Rebeca, francamente, una entrevista con la muchacha. Se dirigió a Rucanto lleno de ansiedad. Parecía que le esperaban o que le habían visto acercarse, porque le recibió con mucha gracia una sirviente, conduciéndole a la sala donde, con grata sorpresa, encontró a Carmen sola. Estaba bordando.

Mi vida tenía un objeto, y yo sentía santificarse mis sentimientos y levantarse mi corazón al suave contacto de aquella pequeña existencia pendiente de la mía. Continuaba viendo a mi hermana contadas veces: mi cuñado me mostraba cada día mayor hostilidad; y yo, indiferente y orgulloso, no ponía jamás los pies en Rucanto.

Cuatro años llevaba en la áspera ruta, y se había hecho una mujer a fuerza de sufrir y de llorar. La vida de familia en Rucanto era espantosa. Carmen miraba siempre con el mismo miedo y el mismo asombro a doña Rebeca y a sus hijos.

Además añadió la mujer, recelosa jamás nos la dejan ver sin testigos...; muchos domingos voy a misa a Rucanto por buscar ocasión de hablarla al salir, y siempre a su vera están la hija o la madre guardándola con codicia. Está bien que Carmen no vaya sola. Bien estará; pero esas mujeres no me van gustando.

Y así, mientras que la madre y los dos hijos mayores hablaban amistados y serenos, Julio descansaba desfallecido, ella oía, siempre horrorizada, el eco de las blasfemias y de los insultos, de los golpes y las amenazas que se habían alzado entre la madre y los hijos, apenas hacía una hora, y tantas veces y en tantos años.... Era una casa temerosa la de Rucanto.

A veces, en sus breves visitas a Rucanto le acompañaba Rita, la buena anciana, siempre ganosa de ver a su santa querida. Vivía la fiel servidora al lado del médico, ocupando en la casa de Luzmela su puesto de confianza, tantos años acreditado por una constante adhesión al difunto caballero. En vano intentara Rita continuar al inmediato servicio de Carmen.

Julio no paró mientes en los gritos de las damas ni en la desaparición de la bolsa, sino en la cartita que la criada, guiñando maliciosa, llevó al cuarto de la novia. Aquel acontecimiento había hecho reir a Julio a carcajadas por primera vez en varios años. Todo se desquició lúgubremente en la casa de Rucanto desde aquel punto y hora.

Con el tecnicismo severo de las cláusulas testamentarias, la señora de Rucanto quedaba sometida al cargo de administradora de la media fortuna del caballero hasta la hora acordada por aquél, y sólo a título de amparadora de la niña.