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La peseta que tiene en el borsiyo le dura el tiempo que tardan en pedírsela... Bruto y cafre, ¡eso !... Por un tantico así es capaz de dejar seco a un hombre. ¡Pero en tocante a corasón, no le digo a uté na..., es el hombre más cariñoso y más lila que habrá uté vito en su vía... Holgasanaso, no hay otro en el barrio, ni susio tampoco... Le dará a uté náusea verlo, como me la da a ... Dondequiera que él va hay juerga y jarana. ¡Madre mía del Rosío, la vese que le habré tenío que llevá comida a la carse!

Esta no tiene más sucesos que referir que esos que he indicado; y el autor del libro declaraba que para no repetir hasta la náusea hechos exactamente iguales y horrorosos, iba a limitarse a decir que aquello duró hasta el año tantos y a dar la lista de los soberanos que reinaron en todo ese tiempo.

Por su parte Cayé adquirió muchos más extractos y lociones y aceites de los necesarios para sahumar hasta la náusea su ropa nueva, mientras Podeley, más juicioso, insistía en un traje de paño. Posiblemente pagaron muy cara una cuenta entreoída y abonada con un montón de papeles tirados al mostrador.

Robaban en Madrid, robaban en los campos veraniegos cuando salían de excursión a las ferias; pero todo había de ser nuevo, sin uso alguno. Su traje, aunque remendado y sucio, era suyo, lo habían hecho para sus cuerpos, y lo preferían, con toda su astrosidad, a las ropas usadas que fuesen mejores. Su estómago sufría antes el hambre que la náusea del asco.

Una náusea los repelía de su boca, y de nuevo se sumió en su inmovilidad, en aquel agotamiento que la hacía permanecer como insensible. El joven se apartó de la ventana al oír un suspiro de angustia. ¡No veo... no veo! gimió Feli, llevándose la mano a los ojos. Maltrana corrió hacia ella. ¿Qué te pasa, nena? ¿Qué sientes? -Mi padre... dijo con voz lenta , mi tío Manolo... frío, mucho frío.

Enviando a Vuestra Excelencia los días pasados mis comedias, antes impresas que representadas, si bien me acuerdo, dije que don Quijote quedaba calzadas las espuelas para ir a besar las manos a Vuestra Excelencia; y ahora digo que se las ha calzado y se ha puesto en camino, y si él allá llega, me parece que habré hecho algún servicio a Vuestra Excelencia, porque es mucha la priesa que de infinitas partes me dan a que le envíe para quitar el hámago y la náusea que ha causado otro don Quijote, que, con nombre de segunda parte, se ha disfrazado y corrido por el orbe; y el que más ha mostrado desearle ha sido el grande emperador de la China, pues en lengua chinesca habrá un mes que me escribió una carta con un propio, pidiéndome, o, por mejor decir, suplicándome se le enviase, porque quería fundar un colegio donde se leyese la lengua castellana, y quería que el libro que se leyese fuese el de la historia de don Quijote.

Al salir Maltrana a un gran espacio limpio de casas, la vista del cielo libre y de la sierra disipó su impresión de náusea. El Guadarrama obstruía el horizonte con su masa de color de rosa coronada de pirámides de sal.

Y con una honda náusea por aquello pegajoso, fofo e inerte que era su marido, se fué a su cuarto. No durmió bien. Despertó, tarde ya, y vió luz en el taller; su marido continuaba trabajando. Una hora después, éste oyó un alarido. ¡Dámelo! , es para ti; falta poco, María repuso presuroso, levantándose. Pero su mujer, tras ese grito de pesadilla, dormía de nuevo.