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En aquella posición, observó también que los inclinados rayos solares calentaban la cabeza a Sandy más de lo que ella juzgó ser saludable, y que su sombrero estaba echado inútilmente en el suelo en pleno abandono de sus funciones. El levantarlo y colocárselo en la cara, era obra que requería algún valor, sobre todo teniendo como tenía los ojos abiertos.

Pero desde entonces tenían los amos un espantajo para levantarlo como bandera, La Mano Negra, y no intentaban los pobres de la campiña el más leve movimiento hacia su bienestar, que no surgiese el fantasma lúgubre goteando sangre. Todo lo autorizaba el tétrico recuerdo. Por la más leve falta se apaleaba a un hombre en el campo; el gañán era un ser sospechoso contra el cual todo era lícito.

Al cabo, Villar se arrojó a levantarlo para herir en la cabeza a su adversario... Pero ¡ca! don Rosendo dió un salto tan prodigioso hacia atrás, que los testigos se miraron unos a otros llenos de asombro. Villar, pasmado también, esperó a que su contrario se acercase de nuevo. Volvieron al lúgubre tic tac.

Una torpeza creciente se fué difundiendo por sus músculos y sus nervios, paralizando toda acción. Pensó que tal vez había serpientes bajo los matorrales y que acababa de recibir su mordedura venenosa. Fué á mover el otro brazo, y, en el momento que intentaba levantarlo del suelo, recibió una segunda picadura, igualmente paralizante. Ya no hay remedio se dijo . Me han mordido las víboras.

2 No seguirás a los muchos para mal hacer; ni responderás en pleito acostándote tras los muchos para hacer tuerto; 3 ni al pobre honrarás en su causa. 4 Si encontrares el buey de tu enemigo o su asno extraviado, vuelve a llevárselo. 5 Si vieres el asno del que te aborrece caído debajo de su carga, ¿le dejarás entonces desamparado? Sin falta ayudarás con él a levantarlo.

Otros obreros intentaron apoderarse del féretro y levantarlo, pero fueron repelidos por los sables. Aquella caja negra era una bandera de rebelión, en torno de la cual podía organizarse otra vez la revuelta. En los vaivenes de la muchedumbre en fuga, estuvo el ataúd próximo a rodar, soltando sobre el polvo del camino el cadáver que encerraba.

En el coro había, junto al facistol grande, otro pequeño, pero suficientemente pesado para que no lo levantase con facilidad un solo hombre. Gracián lo cogió con formidable y rápido movimiento. Parecía que arrancaba un árbol del suelo, y al levantarlo asemejose a San Cristóbal apoyado en su palma. Estrépito de carcajadas acogió este movimiento.

Un cadáver horriblemente desfigurado, fue cogido entre dos marineros, y en el momento de levantarlo en alto, algunos de los circunstantes se permitieron groseras burlas, que en toda ocasión habrían sido importunas, y en aquel momento infames.

Al levantarlo para contestar a Pablo, sus ojos tropezaban siempre con los de Venturita, cuya mirada risueña, y maliciosa le turbaba momentáneamente. Levantáronse al fin de la mesa y se diseminaron. Don Rosendo y Ventura desaparecieron. Pablo, después de charlar algunos instantes, concluyó por irse también. Quedaron solamente en el comedor doña Paula y los novios.