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Livio afirma que la mucha prosperidad y abundancia de Roma, le acarrearon todos los males, y que por esta causa llegaron los romanos a los extremos del vicio. Si consultamos a Juvenal volvió a decir, él nos declara que no hay linaje de maldad en que los romanos no cayesen desde que abandonaron la pobreza. ¿Fue acaso opulento el pueblo de Israel, el pueblo de Dios?

«Auto es lo mismo que Comedia, que del nombre la hizo Acto: se deriva y llamase propiamente auto cuando ay mucho aparato, invenciones y aparejos; y farsas, cuando ay cosas de mucho gusto aunque se tome comunmente por la propia compañía de los que representan. Al fin Comedia se llama escrita, Auto representada; y farsa la comunidad de los representantes.» V. la pág. 166 del tomo I. Juvenal, Sat.

Séneca, Aristóteles, Corneille, Bacon, Montaigne, Joubert, Massillón, San Agustín, Rousseau, Voltaire, Shakespeare, Juvenal, toda una legión, se agitaba, bullía, vibraba en aquel cerebro poderoso, hecho para los torneos y las epopeyas, para las recias batallas y las hondas lucubraciones.

El soneto fué muy aplaudido de toda la Academia, diciendo los más noticiosos della que parecía epigrama de Marcial, o en su tiempo compuesto de algún poeta que le quiso imitar, y otros dijeron que adolecía del Doctor de Villahermosa, divino Juvenal aragonés, pidiendo el Conde de la Torre a don Cleofás y al Cojuelo que honrasen aquella junta lo que estuviesen en Sevilla, y que dijesen los nombres supuestos con que habían de asistilla, como se usó en la Corusca y en la academia de Capua, de Nápoles, de Roma y de Florencia, en Italia, y como se acostumbraba en aquélla.

Tiene la armonía del verso, la influencia penetrante del ritmo musical, la forma de los mármoles artísticos, el color de los lienzos divinos. ¡Y entre los raudales de su luz, las olas de melodía, las formas armoniosas como el metro griego, van el sarcasmo de Juvenal, la flecha de Marcial, la punta incisiva de Swift, o el golpe contundente de Junius el sublime anónimo!...

En fin, todas sus conversaciones son con los libros de los referidos poetas, y con los de Horacio, Persio, Juvenal y Tibulo; que de los modernos romancistas no hace mucha cuenta; y, con todo el mal cariño que muestra tener a la poesía de romance, le tiene agora desvanecidos los pensamientos el hacer una glosa a cuatro versos que le han enviado de Salamanca, y pienso que son de justa literaria.

A Gutiérrez González no se discute, y es una grave impresión de respeto por ese hombre la que siente el extranjero al contemplar la adoración serena de un pueblo por el intérprete armónico de sus cosas más íntimas... Así recitaba la Francia las primeras meditaciones de Lamartine; así suena aún en los hogares de Escocia el eco tierno de Burns... Nacido en tierra americana, respirando la atmósfera de nuestra época, enfermo de las mismas nostalgias mortales que sombrean el espíritu de casi todos nuestros poetas, cantando en nuestra lengua... ¿en qué puede fundarse un colombiano para sotenernos que, sólo para ellos, Gutiérrez González es un gran poeta? ¿En qué se fundaba la generación anterior a la nuestra para encontrar las imprecaciones de Mármol contra Rosas, dignas de Juvenal o de Hugo, o para extasiarse ante las laboriosas estrofas de Indarte?

En vez de acusarse a propio, acusa a la institución, acusa a la naturaleza; y entonces brotan, como indicios del malestar social, ásperas y desolladuras sátiras, al modo de la 6.ª de Juvenal, o livianos cuentos como los que manchan el Asno de Apuleyo, constituyen el fondo de los fabliaux de la Edad Media y corren en inagotable vena a regar los huertos de Boccacio y de todos los novellieri italianos, torpemente remedados por los franceses.