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Es so la arena de oro de la Ermita donde mi musa su canción ensaya, perla de luz y rosa que palpita bajo el beso del Sol sobre la playa. Quizás de mi alma en sus nostalgias haya lucero, golondrina o sampaguita, el verso alado que a besarte vaya, o la canción que en mi ilusión dormita. Que inspiraste el cantar de mis cantares y mis estrofas se alzan como altares en donde, hermosa y única y aurina,

Era Gouguet François, alias Pistolete, tambor del regimiento 31 de infantería, a la sazón con licencia semestral. Pistolete está aburrido en el país, siente nostalgias, y cuando le prestan el instrumento del cabildo municipal, se marcha melancólico a los bosques a tocar el tambor, soñando con el cuartel del Príncipe Eugenio.

Pausados, desfilan, entre el crepitar eclosionante de la madrugada, los «nocheros» de plaza, cuyos jamelgos balancean la cabeza en oscilaciones que parecen exteriorizar ideas de infinitas y melancólicas nostalgias.

Madona crepuscular que de nostalgias te vistes, cuando, tristes, caen las rosas del otro lado del mar; Madona, que, si pasas sobre el camino del hombre, dejas en toda frente prendidas las tenues gasas de unas "saudades" sin nombre; ¡Madona! ¡Madona mía! la de los ojos cargados de resplandores violeta, fuente de melancolía del poeta; tiende tus pálidas manos al que en tus velos de reina clara un dardo de ironía, porque no entiende tu culto ni sabe de tus arcanos, ¡santa mía!

Yo, que siento más que nunca mortíferas nostalgias, no quiero que por tengan las flores nostalgia de las ramas. Es crueldad separarlas de sus tallos antes que lo haga el soplo de las áuras ¡quién sabe si en las horas más de vida que se irán al troncharlas, ellas esparcirán en el ambiente la esencia más sabrosa y delicada que formada con mieles de rocío en sus corolas guardan! Deja que vivan.

No llores ¡virgen mía! si el destino de negras gasas recubrió tu suerte; no llores, que mi amor hasta la muerte luchando seguirá por tu camino. Bien comprendo la cruel melancolía que en tu alma dolorida se atesora, las penas que tu sufres cada día, y las nostalgias que tu pecho llora.

Era un hombre, un verdadero hombre de negocios, de los que sólo conceden a los impulsos del afecto unos minutos de su existencia; de los que tratan las necesidades de la carne como vulgares y rápidas operaciones de higiene y únicamente se acuerdan del amor cuando la abstención los martiriza, dedicándole media hora entre dos asuntos financieros, sin recuerdos y sin nostalgias. ¿Por qué había venido hasta él aquella mujer, turbando su calma?... Era indudable que Maud amaba a su manera a míster Power, como se ama a un ser inferior y hermoso, con el doble orgullo de ser admirada y ejercer el dominio de la superioridad.

La transitoria predominancia de esa función de utilidad que ha absorbido a la vida agitada y febril de estos cien años sus más potentes energías, explica, sin embargo ya que no las justifique , muchas nostalgias dolorosas, muchos descontentos y agravios de la inteligencia, que se traducen, bien por una melancólica y exaltada idealización de lo pasado, bien por una desesperanza cruel del porvenir.

A Gutiérrez González no se discute, y es una grave impresión de respeto por ese hombre la que siente el extranjero al contemplar la adoración serena de un pueblo por el intérprete armónico de sus cosas más íntimas... Así recitaba la Francia las primeras meditaciones de Lamartine; así suena aún en los hogares de Escocia el eco tierno de Burns... Nacido en tierra americana, respirando la atmósfera de nuestra época, enfermo de las mismas nostalgias mortales que sombrean el espíritu de casi todos nuestros poetas, cantando en nuestra lengua... ¿en qué puede fundarse un colombiano para sotenernos que, sólo para ellos, Gutiérrez González es un gran poeta? ¿En qué se fundaba la generación anterior a la nuestra para encontrar las imprecaciones de Mármol contra Rosas, dignas de Juvenal o de Hugo, o para extasiarse ante las laboriosas estrofas de Indarte?

Entonces la diabla se convertía en la mujer de la voz de madre, y las lágrimas de voluptuosidad de Bonis dejaban la corriente a otras de enternecimiento anafrodítico; se le llenaba el espíritu de recuerdos de la niñez, de nostalgias del regazo materno.