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Luego de esto se fue a la cuadra, seguido de Potaje, y un cuarto de hora después sacó al patio del cortijo la fuerte jaca, inseparable compañera de sus andanzas. El huesudo animal parecía más grande y lucido tras las breves horas de abundancia en los pesebres de La Rinconada. Plumitas le acarició los flancos, interrumpiéndose en el arreglo de la manta sobre el arzón. Podía estar contenta.

Salió de la casa el marqués de Moraima, montando inmediatamente en su caballo. Ahora mismo baja la niña. Las mujeres ya se sabe... tardan mucho en arreglarse. Y decía esto con la gravedad sentenciosa que daba a todas sus palabras, como si fuesen oráculos. Era un viejo alto y huesudo, con grandes patillas blancas, entre las cuales la boca y los ojos conservaban una ingenuidad infantil.

Como ellos, aspiré con delicia el poco de aire puro que caía de las alturas del bosque al campo Quemado. Elena, mientras tanto, seguía inclinada sobre aquel semicadáver, cuyo pecho huesudo estaba sacudido por un hipo siniestro. Había echado un poco de vino en una taza desportillada, y con el brazo alrededor del cuerpo de la Briffarde, estaba humedeciendo sus secos labios.

En aquel momento se levantó un miembro del Jurado, un viejo delgado, huesudo, con una larga levita negra, y se dirigió al presidente: ¿Quiere usted permitirme una pregunta?... Karaulova, ¿hace mucho tiempo que es usted prostituta? Ocho años. ¿Y qué hacía usted antes? Era criada. Y, naturalmente, quien la puso a usted en el mal camino fue su amo... ¿O su hijo quizá? No, el amo mismo.

Luschía, el jefe, era uno de los tenientes del Cura y además capitaneaba su guardia negra. Sin duda, gozaba de la confianza del cabecilla. Era alto, huesudo, de nariz fenomenal, enjuto y seco. Tenía Luschía una cara que siempre daba la impresión de verla de perfil, y la nuez puntiaguda. Parecía buena persona hasta cierto punto, insinuante y jovial.

11 Atando a la vid su pollino, y a la cepa el hijo de su asna, lavó en el vino su vestido, y en la sangre de uvas su cobertura: 12 Los ojos bermejos del vino, los dientes blancos de la leche. 14 Isacar, asno huesudo echado entre dos líos; 16 Dan juzgará a su pueblo, como una de las tribus de Israel.

Godofredo tenía numerosos amigos en el clero de Madrid, alto y bajo. Era el niño mimado de las sacristías. Pero con quien mantenía amistad más estrecha era con cierto presbítero pálido, delgado, huesudo y miope llamado don Jeremías Laguardia.

Eran tres, lo único que quedaba ya de los Butibambas de Villavieja: un señor don Gonzalo, alto, huesudo y pálido, con la cabeza calva y la cara muy rasurada, tieso corbatín y levita negra muy ceñida, bastante pasada de moda y de uso.

En ella le aguardaba el padre Laguardia, más huesudo y más inquieto que jamás lo había sido. Timoteo no le conocía más que de vista. Después de saludarle rápidamente, el presbítero le preguntó con agitación: Venía a que usted me dijese, si es que lo sabe, dónde vive actualmente su amigo Llot. ¿Mi amigo Llot? O su enemigo. Es igual. Dónde vive es lo que me importa averiguar.

Oyose un ruido como de paja removida, y luego la tapadera de madera se corrió: un cuerpo enorme, de una anchura de tres pies de hombro a hombro, delgado, huesudo, cargado de espaldas, con el cuello y las orejas color de ladrillo, los cabellos obscuros y espesos, inclinose para pasar por el boquete, y Marcos Divès apareció ante Hullin bostezando, estirando sus largos brazos y dando un suspiro contenido.