United States or Spain ? Vote for the TOP Country of the Week !


En el entreacto, el vizconde de Goivoformoso y Juan Maury, que estaban en butacas contiguas, subieron juntos a visitar a Rafaela. Muy impresionado estaba el vizconde, así por el canto como por la acción y la mímica de la Stolz, pero casi le borró aquella impresión una sorpresa que D. Joaquín, sin pensarlo ni quererlo, acertó a dar a él, y también a Juan Maury y a Rafaela.

De los posteriores sucesos de su vida, por espacio de mucho tiempo, ni tenemos noticias circunstanciadas ni nos convendría darlas aquí aunque las tuviésemos. Sólo veinte años después por medio del Vizconde de Goivoformoso, he vuelto yo a saber de Rafaela, reanudándose su historia en lo más esencial con lo que contaré en adelante.

No acierto a ponderar el profundísimo dolor, la tristeza y el asombro que este trágico suceso produjo en el ánimo de mi buen amigo el Vizconde de Goivoformoso, que, más bien que como hombre maduro, como apasionado y vehemente mancebo había esperado y soñado en los regocijos y deleites de aquel día.

De todos modos, hoy, antes de las diez, recibirás y leerás este libro. Conclusión El Vizconde de Goivoformoso le leyó en efecto, sintiendo sucesivamente dudas, sorpresa, susto e indecible angustia. Tenía por Rafaela cuanta estimación, cuanta amistad y cuanto cariño puede tener un gentil caballero por una mujer fácil y alegre, aunque por otra parte de corazón noble y leal y de muy buena pasta.

Claro está que el Vizconde de Goivoformoso, aunque sólo fuera por su posición diplomática, podía aspirar a más honda penetración en París y a trato más íntimo con las varias aristocracias indígenas; pero, como recién llegado, empezó por visitar y frecuentar los círculos hispano-americano, español, portugués y brasileño.

Pasado este incidente, advertido sólo por el vizconde de Goivoformoso y por los tres actores principales, empezó y transcurrió una época brillantísima para el hotel de los señores de Figueredo y famosa en los anales de la high life fluminense. Banquetes, animadas tertulias, bailes, lucidas cabalgatas y hasta giras de campo se sucedían con corta interrupción.

El Vizconde de Goivoformoso aceptó gustosísimo aquella amable invitación, y casi puede decirse que la primera tertulia a que asistió, después de su llegada, fue a un en casa de la mencionada dama brasileña.

Entre no echar de menos a una persona y olvidarla por completo hay una enorme distancia. Si el Vizconde de Goivoformoso hubiera seguido siempre en Río de Janeiro, todo en torno de él, no sólo le hubiera recordado a Rafaela, si no le hubiera hecho desear su presencia y lamentar la falta de su trato y de su vista.

En los primeros días del año 1873, el Vizconde de Goivoformoso vino a París a pasar una larga temporada.

Y como su único, constante y muy íntimo amigo en la ciudad era el Vizconde de Goivoformoso, a quien trataba desde que ella había llegado a Lisboa, Rafaela reconoció que sólo el Vizconde era su posible confidente, y habló con él de todo, si bien con mayor seriedad, con el mismo desenfado y con la misma franqueza que empleaba para hablar con él cuando, hacía ya más de diez años, él y ella iban a merendar o a cenar juntos en el Retiro de Camoens.