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Ya era libre y señor; su madre había abandonado el mundo, dos meses antes, entrando al convento de San José, y acababan de enviarla, en compañía de otras novicias, a una casa de la Orden, en la ciudad de Córdoba. Sentose ante la mesa. El esquilón de la Catedral golpeó tres campanadas tranquilas. Las tres se dijo, y el paje no llega con la merienda.

Te damos ocho días de plazo para que digas a quién llamamos, dónde quieres que te lleven, o cosa parecida. Y si no dices nada..., pues ya nos ha aconsejado el Padre Dulzón que demos parte al gobernador para que resuelva.» ¿A quién había de llamar? ¿Dónde había de ir la sin ventura? ¡El gobernador! ¿Qué podría hacer sino enviarla a un asilo de beneficencia o dejarla en medio de la calle?

En justicia, ¿se le podía reprochar que hiciese partícipes a todos de la exuberancia de su bolsillo y de su corazón? Ninguna mujer compadecía a la duquesa, que, en efecto, no era digna de compasión. El duque evitaba cuidadosamente comprometerse, no se exhibía en público más que con su esposa, y antes hubiera preferido faltar a una partida que enviarla sola al baile.

Yo soy un hombre de progreso, ¿saben? decía al hablar de ella ; por eso me interesan los proyectos de esa niña que ha estudiado con los gringos. Su pobre padre tuvo una excelente idea al enviarla á Nueva York para que aprendiese lo que no sabemos nosotros. La aprecio mucho, por su seriedad sobre todo. En cuanto á su hermosura, de la que tanto hablan las malas lenguas, ¡pchs!...

Yo creo añadió después de una larga reflexión que lo mejor será que tu hermana entre en un convento... No tuerzas el gesto; no creas que quiero enviarla a un convento cualquiera. Hablaré con mi madre: nosotros sabemos hacer las cosas. Irá a un convento de señoras, de religiosas distinguidas, y la dote será cosa nuestra. Ya sabes que por dinero no discuto.

Entra y sube a su cuarto, para escribir a madama Scott, diciéndole que por asuntos de servicio se ve obligado a partir al instante, y no podrá comer en el castillo; ruega a madama Scott presente sus respetos a la señorita Bettina. ¡Bettina! ¡Ah, cuánta pena le da escribir este nombre! Cierra la carta para enviarla más tarde.

Cayó muerto el mal aventurado Rodrigo, i Taric tomó su cabeza para enviarla á Muza i darle con ella una muestra de la próspera fortuna de sus armas. Con la muerte del rei, i de muchos i mui principales caballeros godos, los que quedaron con vida, empezaron á aflojar la batalla i á irse retrayendo.

Otros pequeños pormenores habían afirmado a Ferpierre en la sospecha de que, como en los anteriores interrogatorios, en ese también la joven tomaba en cierto modo la iniciativa de la explicación del drama, e incitaba al Príncipe a seguirla; pero, con todo, estaba decidido a enviarla ante los jueces para que el debate público acabara de arrojar la luz sobre aquel misterio.

Al cumplir los doce se le revelaron los proyectos que había sobre ella, los cuales se reducían a enviarla a Francia a terminar su educación en un colegio de los más afamados de París. No supo la niña, por de pronto, si la noticia la alegró o la produjo el efecto contrario.

Que la Juana no ve con buenos ojos a la muchacha, se cae de su peso. Si los señores, tan generosos siempre, decidiesen darle educación, enviarla a un colegio y hacer ver a Juana que se interesan por la niña, no sería extraño que esta mujer, en parte por egoísmo, en parte por vanagloria, cambiase de sentimientos y concluyese muy pronto por alardear de tener una hija que va para señorita.