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Lo indudable es que los hijos de Witiza, i otros nobles ofendidos de la usurpacion del trono godo hecha por Rodrigo, de la crueldad de su gobierno i de su mal vivir, pasaron á Africa, con propósito de solicitar vivamente de Muza la entrada de tropas árabes en España.

Cayó muerto el mal aventurado Rodrigo, i Taric tomó su cabeza para enviarla á Muza i darle con ella una muestra de la próspera fortuna de sus armas. Con la muerte del rei, i de muchos i mui principales caballeros godos, los que quedaron con vida, empezaron á aflojar la batalla i á irse retrayendo.

El egército de los sarracenos aumentado con los refuerzos del Wali ó gobernador Muza se estendió como un rio que sale de madre sobre la desventurada España, porque aunque Taric tenia órden de detenerse hasta que el Wali se juntase con él; consultados sus capitanes dividió el egército en tres cuerpos: el 1.º confió á Mugueiz: el 2.º encargó á Zayde ben Kesadi el Seksek para que caminase á tierra de Málaga; y el 3.º acaudillado por el mismo partió á lo interior del reino por tierra de Jaen á Toledo.

Corriéronlas los muslimes, tomando algunos ganados i gentes, sin que nadie les saliese al encuentro. Con esta presa i buen suceso tornó Taric con sus caballeros á Tánjer, en donde fué bien recibido. Levantó entonces Muza un poderoso ejército i lo puso á las órdenes del mismo caudillo. Pasaron estas tropas el estrecho i saltaron en la tierra donde hoi está Algeciras.

En España quedó mandando Muza, á quien Vlith encargó su gobierno, y por su muerte se confirió el mando á Abdulaziz, su hijo que es de quien se cuenta haber enviado á Abdemelec Abencat, á que persiguiese á los cristianos hasta el monte Vruel inmediato á Jaca.

En este punto se juntaron Taric y el Wali Muza destituyendo este á aquel, y encargando el mando de sus tropas á Mugueiz. Taric, que fué por órden del califa restituido despues en él, puso cerco á Zaragoza, á donde siguiendo la corriente del Ebro llegó tambien Muza con su egército.

Pues mira, a me habría gustado ver a ese moro Muza y hablar con él... ¡Esta Juliana, que en todo quiere meterse!...». Atontada por crueles dudas que desconcertaban su espíritu, Doña Francisca no pudo expresar ninguna idea, y siguió revisando los cubiertos desempeñados.

Vinieron a lo más la vigésima parte del número de soldados que hemos enviado a Cuba en estos últimos veinte o treinta meses, y, aunque sea triste decirlo, ellos bastaron para enseñorearse de toda España y para que el célebre Muza se pelase las barbas, apenas desembarcó, al notar que casi nada le quedaba que hacer, porque todo estaba ya hecho.

El Maestro Diego Espés en su historia manuscrita, que se encuentra en el archivo del Metropolitano templo del Salvador de esta capital y que registrado con este motivo , pretende asimismo, que Muza y Tarif iban con egército separado, y que se reunieron en Zaragoza, de cuya opinion es tambien Zurita, y que esta ciudad capituló con condiciones honrosas, siendo una de ellas la de dejarla vivir en su ley.

Desde á poco vino D. Sancho de Leyva de saquear la nave, y subiendo á la galera de Juan Andrea le dije que cómo no había entrado tras las galeras, importando más tomar un bajel de remo que 50 naves, á lo cual me respondió que no era cosa de hablar en ello, porque era gran peligro, y que allí había estado el Príncipe Doria sobre Dragut y se le había salido con las galeras rastrando del otro cabo del puente ó Cántara, y le había dejado por escarnio en una torre que está allí y que teníamos á la vista, colgado un priapo de hombre, á lo cual yo le respondí que había muy gran diferencia de lo uno á lo otro, por la ventaja que había de todas las galeras de Dragut á aquellas dos sobre que habíamos amanescido con tal armada y á la imprevista y sin que pudiese haber defensa que estorbase la entrada, especialmente teniendo tan buen piloto como me había dicho que tenía en Chuza Muza, que le había guiado yendo en la proa de la galera hasta donde llegó.