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Hay que querer, con cariño fetiquista, esa vida, bella y ridícula á la vez, de la farándula; hay que sentir la majestad de los escenarios, la religión de sus pobres paredes de trapo, de sus bambalinas, de sus cielos de gasa, de sus árboles pintados, de sus montañas y de sus bosques druídicos, fabricados con madera y cartón, de «sus multitudes» que rugen, obedeciendo á una señal, entre la obscuridad de los bastidores; y hay que amar también á ese tipo extraño, compuesto de docilidad y de orgullo, de fatuidad y de sencillez, indomable á ratos y á ratos también manejable y candoroso como un niño, que se llama actor.

De las vigas, como bambalinas grasientas, colgaban pabellones de longanizas y morcillas, ó ristras de pequeños pimientos rojos y puntiagudos como dedos de diablo, y rompiendo la monotonía de tal decorado, algún jamón rojo y borlones majestuosos de chorizos. El regalo para los paladares delicados estaba en un armario de turbios cristales junto al mostrador.

Aun recuerda con llanto de regocijo los días buenos en que él fué don Juan y Manfredo, Sullivan y Don Álvaro. Estos héroes le dieron el prestigio de su poder imaginario entre bambalinas y oropel, y pusieron un poco de oro de leyenda en su vivir menesteroso, a cuyas puertas solía llamar el Hambre con su puño espectral.

Púsose Butrón al oír a Pulido muy enfadado, levantando los brazos como si quisiese coger las bambalinas. ¿Que trae cara de presidenta?... ¡Pues se quedará con la cara, Pulido!... ¡No faltaba más!

Como en la comedia que representan en el bosque los personajes del Sueño de una noche de verano, la fantasía tenía que suplir en el teatro de Vetusta las deficiencias del lienzo y del cartón. No había ya más bambalinas que las del salón regio, que figuraban en sabia perspectiva artesonado de oro y plata, y las de cielo azul y sereno.

El poeta cometió la torpeza su imprevisión merece llamarse así, de sacar á escena á Jesús, y la figura del divino apóstol del perdón, es demasiado subjetiva, demasiado abstracta para encerrada entre bambalinas. El público, unánimemente, la rechazó; fué una caída á plomo.

Ni eran estas las únicas gracias y donaires de la cantora, antes lo mejor de su repertorio, la quintaesencia de sus monerías, guardábala para la dulce intimidad de los felices mortales que a aquella Dánae de bambalinas lograban aproximarse, bien provistos de polvos de oro. ¡Con qué felina zalamería menudeaba los golpecitos en la panza, y llamaba a graves sesentones ratoncillos, perritos suyos, gatitos, bibis, y otros apelativos cariñosos y regalados, que a arrope y miel sabían!

Lo anterior éralo visible, pues aun cuando el teatro de Legaspi no tenía bambalinas, ni tetares, ni bastidores, ni telones de boca, ni de no boca, ni escapes laterales, ni gazapera para el apuntador, no faltaban sus intriguillas interioras, que si bien no las tapaban los lienzos de los telones ni las sombras de las bambalinas, las ocultaban las paredes de las casas en que se vestían á las señoras.

, lo he medido: ¿tienes ahí el metro...? Pues ven a verlo y te convencerás. El tramoyista emprendió la marcha y Antoñico le siguió. Subieron por la estrecha y frágil escalerilla que conduce a las bambalinas.

Desde los misteriosos cuartitos de la Fonda de la Castellana, nidos poéticos de las mañanas de Abril y Mayo, hasta los ahumados chamizos de Maravillas y Tribulete; desde la elegante victoria de Muñoz, hasta la histórica calesa; desde los aristocráticos bastidores del teatro de Oriente, hasta las desgarradas bambalinas de Capellanes; todo le era familiar, todo conocido.