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Se conoce que no es tonto dijo Fernando VII. Rieron todos la agudeza del monarca, y la frase salió de la cámara regia, cruzó por los salones, pasó por las antesalas, y al bajar las escaleras comentábanla ya todos, muy admirados del talento de la criatura, asegurando que a los tres días de nacida había recitado a su augusto padrino el Padrenuestro, el Avemaría, parte de la letanía lauretana y una fabulita de don Tomás Iriarte; aquella que empieza: Por entre unas matas Seguido de perros, No diré corría, Volaba un conejo...

El sacristán, también arrodillado, invita a los fieles con voz plañidera a que consideren el lugar «donde unas piadosas mujeres, viendo al Señor que le llevaban a crucificar, lloraron amargamente de verle tan injuriado». Luego rezan todos un padrenuestro y un avemaría; y después, sacristán y fieles, a coro, dicen: «Bendita y alabada sea la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo y los Dolores de su afligida Madre.

Llegamos a la falda del puerto: el ermitaño rezando el rosario en una carga de leña hecha bolas, de manera que, a cada Avemaría, sonaba un cabe; el soldado iba comparando las peñas a los castillos que había visto, y mirando cuál lugar era fuerte y adónde se había de plantar la artillería. En estas y otras conversaciones llegamos a Cerecedilla.

Concertáronse, y en entrando en la calle, topáronme, y disimularon de suerte los tres que jamás pensé que eran tan amigos míos como entonces. Estuvímonos en conversación tratando de lo que sería bien hacer a la noche, hasta el avemaría. Entonces despidiéndose los dos, echaron hacia abajo, y yo y don Diego quedamos solos y echamos a San Filipe.

Pero á la verdad, lo siento por el contingente de Vinchester que manda mi noble amigo de Butrón, pues según noticias y señales, es gente díscola y la han corrido en grande estos días. Á ver, dad orden de que recen todos un padrenuestro y un avemaría mientras esperan la señal de ataque.

Rióse mucho el soldado de la pregunta, y el ermitaño de su desnudez, y con tanto llegamos a la falda del puerto, el ermitaño rezando el rosario de una carga de leña hecha bolas, de manera que a cada avemaría sonaba un cabe; el soldado iba comparando las peñas a los castillos que había visto, y mirando cuál lugar era fuerte y a dónde se había de plantar la artillería.

A la mañana siguiente se encontró curada de su melancolía y muy confiada en la infinita misericordia de DiosLos fieles se apretaron más en torno del púlpito para escuchar el ejemplo y gustaron con deleite su sabor novelesco. La novena terminó con una oración en latín. La muchedumbre rezó un Avemaría y un Credo. El clérigo bajó de la tribuna. Hubo fuerte y prolongado rumor en la iglesia.

Meneado en uno y otro sentido por tempestuosa cavilación, resolvió seguir el consejo del cielo. Rezó un paternoster y un avemaría, hizo girar a su rocín hasta ponerlo con la cabeza hacia el Norte, y, soltando la rienda, picolo con fuerza. El caballo se encabritó, pero un rato después se alejaba milagrosamente de la querencia, a todo galope, camino de Cebreros.

¡Cómo! exclamó. ¿Ni siquiera un avemaría ante las abiertas puertas de la casa del Señor? ¿Así esperáis que

¿Sabéis lo que me ordenó mi señora madre que hiciera al comenzar la batalla? indicó Rumblar . Pues que rezara un Avemaría con toda devoción. Ha llegado el momento. «Dios te salve, María...»