United States or Western Sahara ? Vote for the TOP Country of the Week !


Jacinta, que había visitado algunas casas de corredor, no había visto ninguna tan tétrica y mal oliente. «¿Qué, te asustas, niña bonita? le dijo Guillermina . ¿Pues qué te creías , que esto era el Teatro Real o la casa de Fernán-Núñez? Ánimo. Para venir aquí se necesitan dos cosas: caridad y estómago».

Podre parecer duro algunas veces; pero como me ablande.... Veo que te asustas. ¿Qué vale un triste pedazo de paño? ¿Era la nueva? No, la vieja.... Y ahora, créemelo, me remuerde la conciencia por no haberle dado la nueva... y se me alborota también por habértelo dicho. La caridad no se debe pregonar. No se habló más de aquello, porque de cosas más graves debían ambos ocuparse.

¿Un robo? dijo el campanero . Llámalo así si quieres: ¿y qué?, ¿te asustas de eso...? Más nos han robado a nosotros, que nacimos con derecho a un pedacito de mundo, y por más vueltas que damos no encontramos un sitio libre.... Además, ¿a quién perjudicamos con esto? De nada sirven a ese pedazo de palo las joyas que lo cubren.

Flora, avergonzada de su cobardía, viendo á Demetria hablar con ellos, volvió sobre sus pasos. ¡Qué diablo de hombres! exclamó riendo. Me habéis asustado. De poco te asustas, morena dijo Joyana acercándose á ella para saciar mejor sus ojos lúbricos. Y poniéndose almibarado, añadió: que me tienes á asustado y encogido y muerto con esa carita de cielo y ese garbo y esa sal que derramas...

SIERVA. Señora, Crematurgo pide licencia para entrar. ASCLEPIGENIA. Que entre. ATENAIS. ¿Me retiro? ASCLEPIGENIA. Retírate. ASCLEPIGENIAQué agradable sorpresa! ¿Qué significa venir los tres juntos a mi casa? CREMATURGO. Envidiable frescura te concedió el cielo. ¿Cómo, al vernos entrar juntos a los tres, no tiemblas, no te asustas, no te hundes avergonzada en el centro de la tierra?

sabes que nos conocemos, y a no me asustas. ... sólo eres la autora de esa muerte. ¿Crees que no estoy enterado de todo? El chico era dócil, modesto, había bebido en buenas fuentes, era de nuestra escuela, y toda su ilusión consistía en conquistarse una posición sin perder la honra. Te quería demasiada, hubiera dado su sangre por ti, y eso es lo que le ha perdido.

Y cambiando de tono, temblándole la voz, añadió: Hablemos de otra cosa, Pablo, de algo muy grave. Don Pablo la miró, y echó de ver entonces que había llorado, que estaba pálida y tenía los labios blancos. Habla, Casilda, me asustas, ¿qué pasa aquí? ¿dónde está Quilito? ¿a dónde ibas?

Pedro con sus grandes ojos abiertos seguía la corriente del agua. ¡Qué serio te has puesto, Periquillo!... ¿Te vas aprovechando de los consejos del agua?... ¡No pongas esos ojazos, hombre, que me asustas! La joven reía sin cesar y sin motivo, como quien se desquita de largo ayuno. Eran sus carcajadas sonoras y claras, pero no en tono agudo, sino grave.

El día toca a su fin: tengo que trabajar todavía y no me alcanza el tiempo para conversar largo rato contigo. Es cosa resuelta que vayas al convento. ¡Oh, Marta, mirad cómo tiemblo! Haces mal. Escucha lo que voy a decirte. Mañana a las diez, vendrá un coche a buscarte... ¿Por qué te asustas tanto? No hay la menor razón para ello. ¿Es acaso tan dulce y agradable la vida en este estrecho calabozo?

Te asustas sin motivo. Apúrate; tu chal. ¡Está el tiempo más hermoso! La joven estaba acostumbrada, desde hacía tiempo, a obedecer sin replicar, y a no insistir nunca cuando el aya le expresaba el deseo de no ser interrogada. Estaba convencida de que Marta le ocultaba muchos secretos; pero creía que de eso dependía la permanencia en Orsdael, de su protectora.