United States or Rwanda ? Vote for the TOP Country of the Week !


EUMORFO. Eso mismo repito yo. ¿Cómo no te hundes en el centro de la tierra? CREMATURGO. ¡Inicua! Nos estabas engañando a todos. EUMORFO. Esto pasa de castaño oscuro. ¡Tres al mismo tiempo! CREMATURGO. ¿Qué puedes alegar en tu defensa? EUMORFO. Con razón enmudeces. ASCLEPIGENIA. Yo no enmudezco ni con razón ni sin ella.

A fin de probaros que la razón no me falta, os contaré una parábola, si tenéis calma para oírla. CREMATURGO. Cuenta. EUMORFO. Te escucho. PROCLO. Nada. Te escucho también. ASCLEPIGENIA. En el jardín de este palacio hay un rosal, que estaba casi seco y perdido por hallarse en terreno estéril. ¿Qué necesita? me dije yo al contemplarle. Mantillo, me respondí.

PROCLO. Expon, no obstante, tu caso, y allá veremos si puedo remediarte o darte al menos algún consejo útil. CREMATURGO. Yo estoy prendado de la más hermosa mujer que hay en Byzancio. Por ella hago descomunales desembolsos. No hay primor, ni refinamiento, ni objeto de arte, que ella no logre por .

PROCLO. Ocultos en esa nube tienes ya, a tus órdenes y para tu servicio, en reemplazo de Eumorfo y de Crematurgo, al flechero Apolo, al más elegante y bonito de los dioses, y al hijo de Jasión y de Céres, al ciego Pluto, dispensador de las riquezas. ¿Quieres que salgan con séquitos de musas, gracias, ninfas, y genios, o que salgan solos? ASCLEPIGENIA. Que salgan solos.

SIERVA. Señora, Crematurgo pide licencia para entrar. ASCLEPIGENIA. Que entre. ATENAIS. ¿Me retiro? ASCLEPIGENIA. Retírate. ASCLEPIGENIAQué agradable sorpresa! ¿Qué significa venir los tres juntos a mi casa? CREMATURGO. Envidiable frescura te concedió el cielo. ¿Cómo, al vernos entrar juntos a los tres, no tiemblas, no te asustas, no te hundes avergonzada en el centro de la tierra?

ASCLEPIGENIA. ¿Qué temple de alma ni qué calabazas? Ella es emperatriz y no necesita de un Crematurgo. ATENAIS. ¿Tiene acaso algún Eumorfo? ASCLEPIGENIA. ¡Vaya si le tiene! Nadie lo ignora, menos , que estás en Babia, y Marciano, que hace la vista gorda. ATENAIS. ¿Y quién es ese feliz mortal? ASCLEPIGENIA. El lindo y gracioso Paulino. ATENAIS. Pues no tiene mal gusto la santa.

En fin, nada le falta. ¿Cómo me compondré para que ella no me falte a ? PROCLO. Lo discurriremos. Para mayor ilustración del asunto, infórmame de quién es esa dama que tan caro te cuesta. CREMATURGO. Es Asclepigenia, la hija del filósofo Plutarco. PROCLO. ¡Profundos cielos! ¿Quién lo hubiera podido imaginar en la vida? eres mi rival. CREMATURGO. ¿Tu rival?

No me adules. Di qué pretendes de . CREMATURGO. , que lo sabes todo, ¿no podrías decirme de qué medio me valdré para que mi amada sea mía, solamente mía? PROCLO. No llega tan lejos mi saber. Si llegara, le hubiese yo empleado en favor mío, que buena falta me ha hecho. CREMATURGO. Veo que tu saber no vale un comino. Harto me lo sospechaba yo.

Ya le han nombrado conde Palatino y se anuncia que van a crear para él el título singular y nuevo de Sebastocrátor. PROCLO. ¿Y qué pretenderá de ese tunante? Vamos, dile que entre y le oiremos. EUMORFO. Y yo ¿qué hago? PROCLO. Escóndete de nuevo donde estabas. CREMATURGO. ¡Oh faro de las más altas especulaciones! ¡Oh déspota de los genios y demás poderes sobrenaturales!... PROCLO. Está bien.

Como el rosal requería todo esto y no se hallaba reunido, he tenido que buscarlo por separado. CREMATURGO. Pues yo no me avengo. No quiero ser mantillo y nada más. ¡Adiós, ingrata! EUMORFO. Tampoco me resigno yo a ser una mariposa ininteligente, sobre todo cuando por amor tuyo me había puesto ya a estudiar filosofía. ¡Adiós infame!