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En las historias de la época, tales como las de Herrera, Cabrera de Córdoba, Argensola, Babia; en los diccionarios biográficos ó bibliográficos, agregando á los ya citados los de Baena, Latassa, Moreri, Didot, Bouillet, Michaud, se encuentran conceptos varios oscilando entre estos extremos.

El padre vicario, que es un alma de Dios, siempre en Babia, me sirve tanto o más que Antoñona, sin advertirlo él: porque todo se le vuelve a hablar de Luis con Pepita, y de Pepita con Luis; de suerte que este excelente señor, con medio siglo en cada pata, se ha convertido ¡oh milagro del amor y de la inocencia! en palomito mensajero, con quien los dos amantes se envían sus requiebros y finezas, ignorándolo también ambos.

ASCLEPIGENIA. ¿Qué temple de alma ni qué calabazas? Ella es emperatriz y no necesita de un Crematurgo. ATENAIS. ¿Tiene acaso algún Eumorfo? ASCLEPIGENIA. ¡Vaya si le tiene! Nadie lo ignora, menos , que estás en Babia, y Marciano, que hace la vista gorda. ATENAIS. ¿Y quién es ese feliz mortal? ASCLEPIGENIA. El lindo y gracioso Paulino. ATENAIS. Pues no tiene mal gusto la santa.

La dama recibía el homenaje sin pestañar, cual si le fuese debido. Poco a poco empezó a mostrarse impertinente y descontentadiza: «¿Cómo has tardado tanto, chico? No es eso lo que te pido, hombre, no es eso, ¡parece que estás en Babia! ¿Dónde tienes los ojos? ¡tonto, retonto! ¡Me estás consumiendo la paciencia, chiquilloNuestro muchacho llegó prontamente a ejecutar los oficios más viles.

El conde advirtió que su hermana estaba furiosa, refrenó su hilaridad y siguió diciendo: Lo comprendo todo, porque Isidoro posee una bonita casa de campo a ocho kilómetros de este castillo. No extraño que lo ignores, porque estás siempre en Babia, arrobada en tus ensueños y sin ver la realidad de las cosas.

El último gigante que llegó lo vi cuando estaba todavía en mi infancia; el único que hemos conocido después del triunfo de la Verdadera Revolución. Era un hombre de manos callosas y piel con escamas de suciedad. Babia un líquido blanco y de hedor insufrible, guardado en una gran botella forrada de juncos. Este líquido ardiente parecía volverle loco.

Don Braulio era quizá el único que ignoraba todo aquello, y la gente se pasmaba de su ignorancia. Los sujetos más benévolos decían: No es extraño. El buen señor está en Babia siempre. ¡Es tan distraído! Vaya: más vale así. Otros exclamaban: Bien se conoce que el hombre es un verdadero filósofo. Otros: ¿Quién sabe?

Don José y Doña Antonia, que estaban en Babia, nada sabían de los disgustos y cuidados del Comendador. Lucía los sabía á medias; distando infinito de presumir, á pesar de sus hipótesis, que Clara estaba ligada á su tío con vínculo tan natural. Los criados de la casa y el público todo seguían desorientados en punto á D. Carlos de Atienza.

Por las sotanas se perdió don Carlos V, y al VII no le aprovechó la lección. Allá se las haya. ¿No querías religión?, pues ahí la tienes; atrácate de curas, indigéstate y revienta. Es una apreciación tuya dijo Nicolás moderando su ira , que no me parece muy fundada... esta es la cosa. ¿ qué sabes lo que es el mundo y la realidad? Estás en babia.

El tal Condesito, porque es un Condesito, me tiene enamorada. El me quiere bien, me adula; eso , es un adulador y un embustero de primera fuerza; pero yo, si bien reconozco sus traidoras lisonjas y sus embustes, me dejo cautivar por ellos. Así es que somos excelentes amigos. »Inesita está siempre en Babia, soñadora y distraída, aunque bien de salud.