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Calló la criada, y siguió el hombre su paseo. Ya no cabía duda. Josefina era, no sólo inocente, sino víctima de una infamia. La culpable era Margarita de Algalia, y el que pasaba por novio de la hija era su amante. ¡Maldad inicua! La madre quería comprar el secreto de su delito a costa del reposo de la pobre niña.

¡Víctima ilustre ciertamente! ¿Nos atrevemos a decir que la agresión inicua y casi sacrílega de que había sido objeto el señor comisario, provocó algunas sonrisas y aun risotadas entre aquella gentuza, y que hubo quien entre dientes dijo que había tenido el chico la mejor sombra del mundo?... Digámoslo, , para eterno baldón de la clase chulesca.

A ciencia y paciencia del honrado vecindario de Iberuela, tan amante de Luciano y tan ligado a él por la admiración y la gratitud, ¿cómo pudo forjarse sin contradicción ni protesta tan inicua maraña? ¿Cómo pudo quedar sin correctivo y pena tan negro crimen? ¿Cómo eran tan tímidos o tan incapaces los habitantes de Iberuela, que tamaño horror consintiesen y sufriesen?

El habitante no podía alejarse 12 leguas de su residencia sin correr peligro de muerte, dice Seignobos, y como en el continente los bienes del clero y los de la nobleza estaban libres de impuestos, al finalizar la época moderna, la sociedad europea era la explotación más inicua del estado llano por las clases privilegiadas.

La primera fue cuando con bárbara rabia trataron inícua y blasfemamente una sacrosanta Hostia consagrada, que siempre milagrosamente se conservó ilesa, a pesar de su rabia y su furor; la otra cuando en odio de Nuestro Redentor JESUCRISTO crucificaron a un inocente, ejecutando en la imagen viva lo que en el representado no podían sino en la complacencia obstinada de lo que sus mayores hicieron.

No combatiendo la inicua distribución de la riqueza sino su producción misma, el cristianismo fue un grande error económico, político y moral, aun siendo un grande progreso relativo sobre el paganismo. Por lo pronto, empobreció a las poblaciones cristianas, hasta ponerlas en la imposibilidad de resistir a la invasión de los árabes.

Es que Baylen no es para nosotros sino una página vergonzosa de la historia de Francia, manchada por una guerra inícua, de perfidia y usurpacion, empeñada contra un pueblo hermano, á despecho de la nacion francesa. Entónces no hay por qué recordar el suceso con pesar.

Pues esta causa tengo yo por clara, Por donde Satanás tanto procura, Con su mala intencion inicua avara, Que nuestra Armada nunca esté segura. Que en su tanto le quita el cetro y vara, Y viendo su reinado poco dura, Movido de rencor y crudo duelo, Con las ondas del mar enturbia el cielo. ¡Gran Dios, Señor inmenso y soberano, Que permitís azote, como vemos, Aqueste Satanás con cruda mano!

EUMORFO. Eso mismo repito yo. ¿Cómo no te hundes en el centro de la tierra? CREMATURGO. ¡Inicua! Nos estabas engañando a todos. EUMORFO. Esto pasa de castaño oscuro. ¡Tres al mismo tiempo! CREMATURGO. ¿Qué puedes alegar en tu defensa? EUMORFO. Con razón enmudeces. ASCLEPIGENIA. Yo no enmudezco ni con razón ni sin ella.

Veo aun la luz del crepúsculo iluminando fantásticamente el ensangrentado cadáver: el silencio que reina en torno suyo me turba y me confunde. ¡Bandidos miserables! ¡raza inicua de hombres corrompidos á quienes no espanta verter la sangre humana para satisfacer vuestros deseos! ¿cómo no temblais ante vuestra propia obra?