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Los que vienen galanteando a estas señoras todas y alumbrándolas con antorchas de colores diferentes son ladrones, fulleros, astrólogos, espías, hipócritas, monederos falsos, casamenteros, noveleros, corredores , glotones y borrachos. Aquel que viene sobre el asno de oro de Lucio Apuleyo es Creso, mayordomo mayor de la Fortuna, y a su mano izquierda, Astolfo, su caballerizo mayor.

El rey, el príncipe, su hermano, los ulemas y los astrólogos, todos en suma, apenas se atrevieron a dirigirles la palabra en prosa, sino que les echaron a porfía mil piropos, ya en versos persas, ya en versos arábigos, que los señores Vandenpeereboom y Tiburcio se encargaban de traducir.

26 Respondió el rey, y dijo a Daniel, al cual llamaban Beltasar: ¿Podrás hacerme entender el sueño que vi, y su declaración? 27 Daniel respondió delante del rey, y dijo: El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos, ni adivinos lo pueden enseñar al rey. Tu sueño, y las visiones de tu cabeza sobre tu cama, es esto: 31 , oh rey, veías, y he aquí una gran imagen.

D. Amonio de Gaztañeta escribía todavía : «No puedo dejar de decir con qué pocos fundamentos se discurre entre algunos navegantes el conocimiento de lo que una nao navega de distancia, pues algunos, haciéndose astrólogos judiciarios, solamente se atienen á su conjetura, sin más fundamento que sólo mirar á la espuma que deja la nao con su movimiento... Otros hay que la distancia ajustan solamente con echar un pedazo de palo ó astilla por la proa de la nao, algo distante, y luego, así que empareje la astilla con él, camina para popa según la astilla; hecho esto hace la consideración: «si yo caminara en tierra según aquí, lo que podía caminar en una hora sería...»; y con este discurso ajusta el camino que hace en la navegación.

En el Oriente quedaron los astrólogos para investigar el porvenir interrogando a los astros, y los nigromantes para conocer las cosas ocultas por las ciencias ocultas; en el Occidente, los exorcistas para expulsar los demonios del cuerpo de los poseídos, y los beatos para inducir a los muertos a producir bienes y evitar males para los vivos.

5 Vi un sueño que me espantó, y las imaginaciones y visiones de mi cabeza me turbaron en mi cama. 6 Por lo cual yo puse mandamiento para hacer venir delante de todos los sabios de Babilonia, que me mostrasen la declaración del sueño. 7 Y vinieron magos, astrólogos, caldeos, y adivinos; y dije el sueño delante de ellos, mas nunca me mostraron su declaración;

Los jugadores que presumen de científicos, que leen la revista de Montecarlo y que hacen sus posturas con arreglo a un plan, no pasan de ser algo semejante a los antiguos astrólogos. No existen aún astrónomos de la ruleta. Acaso mi vecino sea un nuevo Giordano Bruno, a quien hará quemar el Sr. Marquet en la terraza del Casino.

Vences al cocodrilo en prudencia y al lince en perspicacia; pero, ¿cómo has sabido que Parsondes puede vivir aún, y que, si ha muerto, Nanar ha sido su asesino? ¿No han asegurado los magos que Parsondes está en el cielo? ¿No han descubierto los astrólogos en la bóveda azul una estrella, antes nunca vista, y no han reconocido en esa estrella el alma de Parsondes?

Veamos ahora de qué medios disponían los astrólogos náuticos para diferenciarse de los judiciarios á quienes D. Antonio de Gaztañeta enderezaba la sátira del principio.

Y don Cleofás, poniendo el ferreruelo por cabecera y la espada sobre el estómago, acomodó el individuo, y estando boca arriba, paseando con los ojos la bóveda celestial, cuya fábrica portentosa al más ciego gentil obliga a rastrear que la mano de su artífice es de Dios, y de gran Dios, le dijo al camarada: ¿No me dirás, pues has vivido en aquellos barrios, si esas estrellas son tan grandes como esos astrólogos dicen cuando hablan de su magnitud, y en qué cielo están, y cuantos cielos hay, para que no nos den papillas cada día con tantas y tan diversas opiniones, haciéndonos bobos a los demás con líneas y coluros imaginados, y si es verdad que los planetas tienen epiciclos, y el movimiento de cada cielo, desde el primer móvil al remiso y al trepidante, y dónde están los signos de estos luceros escribanos, porque yo desengañe al mundo y no nos vendan imaginaciones por verdades?