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Aquí ya nos hallamos no con un simple hecho, sino con una cuestion que cada filósofo resuelve á su manera: Descartes y Malebranche recurren á la veracidad de Dios; Locke y Condillac se atienen al desarrollo y carácter peculiar de algunas sensaciones.

Para las necesidades ordinarias de administracion y para la amortizacion de la deuda pública, se establecerán con la equidad aquellas contribuciones que sean llevaderas para el pueblo. G. ¿Y las Islas del Sur? M. Se atienen

Porque la razón que los tales suelen decir, y a lo que ellos más se atienen, es que los trabajos del espíritu exceden a los del cuerpo, y que las armas sólo con el cuerpo se ejercitan, como si fuese su ejercicio oficio de ganapanes, para el cual no es menester más de buenas fuerzas; o como si en esto que llamamos armas los que las profesamos no se encerrasen los actos de la fortaleza, los cuales piden para ejecutallos mucho entendimiento; o como si no trabajase el ánimo del guerrero que tiene a su cargo un ejército, o la defensa de una ciudad sitiada, así con el espíritu como con el cuerpo.

De cuyo principio infiero que discurren muy mal los que en tratándose de ejecutar, descuidan la ciencia y solo se atienen á la práctica. La ciencia, si es verdaderamente digna de este nombre, se ocupa en el descubrimiento de las leyes que rigen la naturaleza; y así su ayuda ha de ser de la mayor importancia.

¿Razones? No, amigo respondió el loco, no haré mi cama, no la haré, y acercándosele al oído, añadió con aire misterioso; «no la hagas y no la temas». A este refrán se atienen, sin duda, nuestros cómicos cuando no hacen una comedia. No hacemos la comedia, dicen como el loco, porque «no la hagas y no la temas».

-En eso -respondió el bachiller-, hay diferentes opiniones, como hay diferentes gustos: unos se atienen a la aventura de los molinos de viento, que a vuestra merced le parecieron Briareos y gigantes; otros, a la de los batanes; éste, a la descripción de los dos ejércitos, que después parecieron ser dos manadas de carneros; aquél encarece la del muerto que llevaban a enterrar a Segovia; uno dice que a todas se aventaja la de la libertad de los galeotes; otro, que ninguna iguala a la de los dos gigantes benitos, con la pendencia del valeroso vizcaíno.

Comprendo sin dificultad que muchos viajeros, quizá la mayor parte, juzgan y ven por mismos, sin adoptar las opiniones del redactor del Guia: ya que no todos se atienen á lo que leen; pero á pesar de todo su buen deseo de juzgar por , de ser independientes en sus observaciones, siempre hace algun efecto la lectura de las descripciones, la pintura de las costumbres y el juicio general de las costumbres y usos del pais.

D. Amonio de Gaztañeta escribía todavía : «No puedo dejar de decir con qué pocos fundamentos se discurre entre algunos navegantes el conocimiento de lo que una nao navega de distancia, pues algunos, haciéndose astrólogos judiciarios, solamente se atienen á su conjetura, sin más fundamento que sólo mirar á la espuma que deja la nao con su movimiento... Otros hay que la distancia ajustan solamente con echar un pedazo de palo ó astilla por la proa de la nao, algo distante, y luego, así que empareje la astilla con él, camina para popa según la astilla; hecho esto hace la consideración: «si yo caminara en tierra según aquí, lo que podía caminar en una hora sería...»; y con este discurso ajusta el camino que hace en la navegación.