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La época de este gran acontecimiento ha venido á fijarse, poco ha, con maravillosa exactitud. Se marca el día, el mes y el año en que fué. Fué el 7 de Julio del año 751 de la Era cristiana. Los anales arábigos y los chinos están contextes en esto.

El hombre rebuscaba en libros arábigos combinaciones de simples que Gulinar, la vieja morisca, iba a coger en el contorno; y Aixa lavaba y vendaba la herida con manos embalsamadas de amor. Un ungüento, traído de la China hasta Arabia por los soldados, y de Arabia hasta Occidente por los mercaderes, y que el moro aquel guardaba en precioso bote de marfil, operó el prodigio de su mejoramiento.

Quien primero difundió la noticia de que el rei Witiza ordenó la vuelta á España de los judíos ausentes i perseguidos, i que les dió varios i grandes privilegios i exenciones, fué don Lucas obispo de Tuy, por medio del cronicon que compuso en el año de 1235, i esto hizo, no siguiendo el parecer de ningun autor godo, sino llevando sin duda por norte en su camino consejas de la plebe ó falsas relaciones de escritores arábigos, y dando ocasion al arzobispo don Rodrigo i á don Alonso el Sabio para que fundados en su autoridad estampasen semejante patraña en las narraciones de los sucesos habidos en la Península, hasta los tiempos en que vivieron.

Nos limitaremos á contraponerle las siguientes afirmaciones: Que durante toda la Edad Media la España cristiana fué el pueblo más tolerante de toda la cristiandad: Que cuando venían cruzados á ayudarnos en la Reconquista, era menester echarlos ó luchar contra ellos, para que no matasen ni robasen á todos los judíos y mahometanos, faltando á los pactos y á la fe jurada: Que la sabiduría muslímica y rabínica y sus filósofos y doctores, en vez de ser perseguidos por los monarcas cristianos de España, hallaron con frecuencia en sus cortes protección y refugio contra las fanáticas persecuciones, ya de algunos califas de Córdoba, ya de los almoravides y almohades, en la época de las tremendas invasiones africanas: Y en fin: que esa sabiduría se difundió y se dió á conocer en el resto de Europa por medio de los cristianos españoles, arzobispos, obispos y sacerdotes casi siempre, que tradujeron, comentaron y explicaron los textos arábigos y hebráicos.

Pasó, pues, el hallarla en esta manera: Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y, como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres que conocí ser arábigos.

Conocía a don Íñigo y a su hija desde una mañana en que fue llamado a presenciar, en medio del corral, la quema de los libros arábigos. Su padre había muerto heroicamente, como capitán de arcabuceros, en la guerra de Flandes. Era de aventajada estatura. Los ojos grandes y algo salientes. Los cañones de la barba, casi siempre a medio rapar, daban un tinte azul a toda la parte baja del rostro.

Pero las reliquias de las casas de renacimiento italiano é ítalo-hispano son en Córdoba tan frecuentes como los fragmentos arábigos y moriscos, como los capiteles, fustes y lápidas romanos. En la plazuela llamada de D. Gerónimo Paez está la mas notable de estas grandes casas . Esta tambien la de Villaseca en la calle de Sta.

Además de sus observaciones i de haber consultado con cuantos autores griegos, latinos i árabes trataron de la materia, comunicó sobre ella en su peregrinacion por las Indias con los mejores i mas celebrados médicos de aquella edad arábigos, persas, turcos, bracmanes, chinos, malayos i otros de otras naciones.

Alhelí y alfaquí, tanto por el al primero como por el i en que acaban, son conocidos por arábigos. Esto te he dicho, de paso, por habérmelo reducido a la memoria la ocasión de haber nombrado albogues; y hanos de ayudar mucho al parecer en perfeción este ejercicio el ser yo algún tanto poeta, como sabes, y el serlo también en estremo el bachiller Sansón Carrasco.

Habíase aclarado el tiempo, lucía el sol; al día siguiente iba a darse la segunda corrida. Gallardo, por la tarde, se fue solo a la plaza. El circo de ladrillo rojo, con sus ventanales arábigos, destacábase aislado sobre un fondo de lomas verdeantes. En último término de este paisaje amplio y monótono blanqueaba sobre el declive de una loma algo semejante a un rebaño lejano. Era un cementerio.