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En el capítulo 5.º ya hemos referido el adorno de los patios de la ALJAFERIA. De ésta, salió con direccion á la Seo con el acompañamiento acostumbrado precedido del estandarte real y del de S. Jorge; se computan en 10,000 solo las hachas que ardieron en aquel viage, que duró hasta las dos de la noche, á cuya hora entró en la iglesia.

Y poco después se volvía a cerrar la triste alcoba, y retirándose personas y luces, todo quedaba en silencio y soledad tristísima. Y al día siguiente se hizo una mediana hoguera en la chimenea, donde ardieron con chisporroteo, que parecía una protesta contra la Inquisición, papeles varios, recuerdos, flores, mechones de cabello, cartulinas.

Todavía ardieron otras dos o tres pelucas, poniendo a la vergüenza a otros tantos pillastres de la calle que servían de comparsas en el teatro. El baile se terminó al fin sin más incendios.

«Las páginas ardieron pensó con dolor Krilov ; pero puedo acordarme de su contenido. Lo escrito en ellas existe; sólo necesito recordarlo.» Y lo intentó, sin encontrar en su memoria sino detalles insignificantes: la forma de las páginas arrancadas, la escritura, hasta los puntos y las comas. Lo esencial, lo principal, se había perdido para siempre y no resucitaría ya.

En la relacion del auto de fe celebrado en Méjico el año de 1549, se lee lo siguiente al tratarse de la ejecucion de varios reos judaizantes: «Fueron relajados para el brasero en persona trece, con quienes se usó la piedad de darles garrote antes de ser quemados: menos en Tomás Trebiño de Sobremonte por su insolente rebeldía y diabólica furia, con que aun habiéndole dado á sentir en las barbas, antes de ponerle en el cadalso, el fuego que le esperaba, prorrumpió en execrables blasfemias, y atraia con los pies á los leños de la hoguera, en la cual tambien ardieron cuarenta y siete osamentas con sus estatuas, y de los fugitivos diez

Y así, ensimismada en sus pensamientos, y la bella color trocada, y el semblante grave y apenado, estúvose inmóvil una gran pieza, hasta que de improviso alzose, y sus ojos ardieron, y hacia el jardín se volvieron, que a él daban las ventanas de la sala, como si a través de las paredes ver hubiera querido lo que en el sombroso cenador del jardín pasaba, y hacia la puerta fuese rápida; y antes de que a ella llegara, abriose la mampara y apareció Florela, la fiel doncella, toda descompuesta y airada, y tan pálida, que un viviente cadáver parecía.

Todos los que estaban dentro ardieron como estopa, y cuando el prior oía el llanto de las mujeres y de los niños, decía el muy bruto: ¡Bien templado está el órgano! ¡Parece mentira que crea Vd. esas paparruchas! ¿Y lo que está haciendo por ahí ahora ese cura, cuyo nombre es un escarnio?

A la entrada de la ciudad habia un castillo en el que se veian cinco torres, y en cada una de ellas un cirio: juntos pesaban 120 arrobas, y ardieron toda la noche en la iglesia y hasta la misa de su coronacion. Desde la puerta del Portillo hasta la iglesia, la ciudad hizo poner 4000 cirios en dos hileras, y delante del Rey iban cien hachas encendidas.

A poco salió mi sobrino, que después de darme las gracias, se empeñó tercamente en hacerme admitir un billete para el baile de la señora H *. Sonríeme, nada dije a mi sobrino, ya que nada había oído, y asistí al baile. Los músicos tocaron; las luces ardieron. ¡Oh utilidad de los usureros!