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Entre los primeros, el Espada es el primer galan, el segundo espada su protagonista; el toro es el gran barba terrible; los picadores son los auxiliares de la trama, y los capeadores y ayudantes de toda clase constituyen la lucida falange de comparsas. Francamente, el toro, defendiéndose de cien enemigos, me pareció el personaje mas bello, mas digno de admiracion y de interes.

El Carnaval que siguió al verano en que ocurrieron los sucesos de la Unión del Norte se distinguió por su animación y bullicio; hubo nada menos que cinco comparsas, todas extremadas y lucidas. Dos eran de mozas y mozos del país, vestidos con ricos trajes que traían prestados de las aldeas cercanas; otra, de grumetes; otra, de señoritos y señoras, y la última comparsa era una estudiantina.

Ya no se formaban en Sarrió aquellas celebradas comparsas y cabalgatas, que llamaban la atención de toda la provincia, y hacían de esta villa una Venecia en miniatura. En otro tiempo, todos los vecinos tomaban parte en aquella inmensa, desenfrenada alegría. Los ricos no sólo proporcionaban sus coches y caballos, sino también abrían suscripciones para encargar trajes lujosísimos a Madrid.

Estas comparsas iban arrojando anises, almendras y caramelos a los balcones, sin darse punto de reposo. Los bailes del Liceo, si no tan brillantes, eran tan animados y divertidos como los que se celebran en los palacios más opulentos de la corte. ¡Oh, el Carnaval de Sarrió! ¡Quién en la provincia septentrional, donde estos sucesos se efectúan, dejará de tener recuerdos vivos y gratos de él!

Y la gente de á pie, desde la acera, hacía coro á aquellos diálogos batiendo las palmas, celebrando con igual algazara los requiebros picarescos de los mancebos que las respuestas saladas de las niñas. Cruzaban numerosas comparsas ataviadas con trajes originales, unas de majos, otras de trovadores, otras de frailes, etc., todas tocando y cantando muy concertadamente.

Por las mañanas, entre las estudiantinas y comparsas que corrían las calles, pasaban las familias ostentando a algún niño infeliz enfundado en la malla de Lohengrin, el justillo de Quevedo o los rojos gregüescos de Mefistófeles.

Dejé el barco de vapor y salté en tierra, como quien sale a escape del teatro, donde ha visto una féerie, un precioso baile de hadas, antes de que se disipe la ilusión escénica y no se vean sino los oropeles, la ruda maquinaria, los telones y bambalinas y los comparsas y figurantes untados de colorete, que la han promovido. Entonces me afligió separarme de D. Pepito.

Esto produjo general alboroto, Tedéum en la Catedral, misa solemne de gracias celebrada por el arzobispo Almoguera, lucidas comparsas de máscaras y otros regocijos públicos. No paró en esto.

Todos los años se repiten las mismas gracias, con igual éxito y causando idéntica algazara y regocijo. Pero el jueves de Comadres es el día señalado entre todos para divertirse y echar abajo los talleres. Desde por la mañana llegan las cestas con los disfraces; y obtenido el permiso para bailar y formar comparsas, las oscuras y tristes salas se trasforman.

Cierto que el nombre del diplomático, a quien tendría que convidar a las fiestas de su casa, no le sonaba a conocido; pero ¿estaba él en la obligación de conocer a todos los personajes políticos, hoy que tanto abundan? En esto se oyó la campanilla de marras, y un su colega de la mayoría, que, por su apresuramiento y cara de vinagre, más parecía cabo de comparsas.