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Toda la noche se hubiera estado el animalejo mira que te mirarás, con aire de desafío, sin bajar la mirada; «le conocía bien; era muy aragonés. ¡Y cómo se parecía a Ripamilán!». Siguió adelante. Quiso ver la codorniz; pero la salvaje africana se daba de cabezadas, asustada, contra el techo de lienzo de su jaula chata y la dejó tranquilizarse. Ante el reclamo de perdiz quedó extasiado.

Cuentan los naturales que el arminio es un animalejo que tiene una piel blanquísima, y que cuando quieren cazarle, los cazadores usan deste artificio: que, sabiendo las partes por donde suele pasar y acudir, las atajan con lodo, y después, ojeándole, le encaminan hacia aquel lugar, y así como el arminio llega al lodo, se está quedo y se deja prender y cautivar, a trueco de no pasar por el cieno y perder y ensuciar su blancura, que la estima en más que la libertad y la vida.

Un perrillo microscópico y feísimo salió de entre unas mantas al lado de la chimenea y comenzó a ladrar, retirándose después gruñendo y tiritando. Diole a Margarita miedo el feo animalejo. ¡Parece un diablillo malo! decía. Estaba el salón medio a oscuras, los muebles sucios y revueltos, y veíanse prendas de vestir sobre algunas sillas.

Una noche se resolvió á dar un veneno á la reyna, y á enviar un lazo á Zadig al rayar del alba, y dió esta órden á un despiadado eunuco, executor de sus venganzas. Hallábase á la sazon en el aposento del rey un enanillo mudo, pero no sordo, que dexaban allí como un animalejo doméstico, y era testigo de los mas recónditos secretos.

Retrocedió á rastras, abandonando su observatorio, y al llegar al pie de la colina sacó de un bolsillo un lápiz y una carta olvidada, de la que arrancó una hoja. Cachafaz le miró mientras escribía, con sus ojos de animalejo astuto, como si adivinase lo que iba á encargarle. Le entregó Ricardo el papel, señalando á continuación el lugar donde había dejado su caballo.

La corza se dejó besar por Clarita en un lucero blanco que tenía en la frente, y se comió cuatro bizcochos que ella misma le dió con su mano. Don Valentín se maravilló, simpatizó y hasta se enterneció con la mansedumbre de aquel lindo animalejo.

Iba a hacer lo mismo con la perruca, después de asegurar a Pito que «aqueyu» no tenía costura ni remedio posible, porque había quedado «vacía por aentru», como a la vista estaba; pero Pito quiso dar mejor destino que el de los oseznos al cadáver del pobre animalejo, tan inicuamente sacrificado, y propuso que le enterráramos en la sierra; y a ello asentimos de buena gana Chisco y yo. ¡Puches, cómo amargaba a Pito aquella pesadumbre el placer de la victoria!

El instinto de un vil animalejo, Eyra ha por nombre, me ha admirado; De suerte es y de forma de un conejo, Mas mata, como vemos, un venado. Salta y aferra firme en el pellejo, Y en el seseso fiero bocado, Haciendo con las uñas tal camino, Que saca al animal el intestino.

Le confieso que nuestro parecido me causó un asombro igual al que usted muestra ahora. Gillespie, que después de su primera extrañeza empezaba á sentirse algo ofendido por el hecho de que este animalejo humano se atreviese á parecerse á él, dijo con brusquedad: ¿Quién es usted?... ¿Cómo se llama?...

Gillespie miró con nuevo interés al pigmeo. ¡Quién podía sospechar que este animalejo tuviese unos sentimientos iguales á los suyos!... Le pareció verse á mismo cuando se lamentaba á solas en Los Ángeles, después de la desaparición de miss Margaret. La melancolía de Ra-Ra se transmitió á él.