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Cuando su padre volvió las espaldas y estaba un poco lejos, dejó repentinamente aquella postura, y agitando frente a él los puños con frenesí, exclamó con voz sofocada a fin de que no le oyese: ¡En mi cara mando yo! Todos guardaron silencio, incluso doña Martina, ante la cólera del alférez. Sólo Eulalia se atrevió a decir solemnemente: Eso, Enrique, está muy mal hecho: papá tiene razón...

Con todo, por seguir la broma, hizo el alférez que asentía a la opinión del capitán, y pronunció: Digo lo que el amigo Borrén: esta pollita nos va a dar muchos disgustos.... Los oficiales se echaron a reír, y Amparo a su vez se fijó en el que hablaba, sin comprender al pronto sus frases.

Y como persona bien nacida y cristiana, el rey correspondió a este favor dándole el campo y el marquesado. Debían ser amigos, ¿no le parece?... El alférez era un gran personaje; y su señora la peruana, ¡no digamos! Todavía allá en mi tierra, cuando ven a una gringa emperifollada o a una china que se da aires de señorío, dice la gente, por burla: «Ni que fuese Misiá Rosa la marquesa».

Mari Díaz estaba temblando ó haciendo que temblaba junto á él. Don Bernardino, empolvado por el tablado, que no estaba muy limpio, se había levantado trémulo de cólera, había desenvainado la espada, y se había ido hacia Juan Montiño. El alférez y sus acompañantes se interpusieron. Dejad que mate á ese hombre que me ha afrentado dijo don Bernardino.

El alférez soltaba una carcajada. Otra carcajada de Juan Montiño contestaba á la del alférez. Los aporreados blasfemaban y apretaban los puños. Pero Juan Montiño los había acorralado en un rincón, y dominados ya, les sacudía que era una compasión. Aquello había pasado á ser una burla feroz. Era el desprecio mayor que podía hacerse de dos hombres.

El estandarte que en esa ocasión llevaba su alférez Jerónimo de Aliaga era de la forma que la gente de iglesia llama gonfalón.

Al alférez real acompaña un indiecito que le sirve de paje, y le lleva el bastón cuando él lleva el real estandarte. Para uno y otro tienen los pueblos vestidos iguales, con bordados y galones muy costosos; pero, como están cortados a la antigua y no les ajusta a sus cuerpos, los hacen ridículos.

Nadie protestó; el mismo Valle, que era a quien correspondía poner correctivo a aquellas palabras, se las tragó; el alférez pudo seguir gritando cuanto quiso. ¿Sabes le dijo Miguel cuando estuvieron solos en el cuarto que no es precisamente la dulzura lo que te caracteriza cuando tienes que dirigirte a tu hermana? Enrique encogió los hombros en señal de desprecio.

Se interrumpió doña Zobeida, mirando con timidez a Maltrana, como si temiese ofenderlo con sus aclaraciones. Usted que sabe tanto habrá comprendido que este alférez era un gran personaje, y que le llamaban así no porque fuese de milicia, sino porque siempre que había nacimiento o casamiento de reyes, él era el que sacaba el pendón del monarca como alférez real y daba el primer viva.

Llegaron los dos soldados con la carta del Padre Cardiel, á cuya súplica condescendió el Padre Strobl, quien el jueves 17, al salir el sol, saltó en tierra con el alferez y los soldados, á juntarse con dicho Padre Cardiel, al mismo tiempo el Padre Quiroga, el capitan de navio y el primer piloto, fueron en la lancha á sondar lo que les faltaba de la bahia, y saltando en tierra, subieron á un cerro bien alto, que está al norte de la bahia.