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Al ver salir a la novia, tan emperifollada, y a las señoras y caballeros de su compañía, cayeron sobre ellos como nube de langosta, y al padrino le estrujaron el gabán, y hasta le chafaron el sombrero. Trabajo le costó al buen señor sacudirse la terrible plaga, y no tuvo más remedio que arrojar un puñado de calderilla en medio del patio.

Y la emperifollada madre de un alumno, cuya paternidad era dudosa, se paraba a menudo frente al templo de esta astuta vestal, contenta con adorar a la sacerdotisa desde lejos y sin atreverse a profanar su sagrado recinto.

Además, nunca le recomendaré bastante que dedique todos sus cuidados al «guardarropa». Una mujer enamorada debe estar siempre dispuesta a las conversaciones inesperadas; a partir de los treinta y cinco años, en cuanto un hombre tiene un... motivo de conversación, quiere aprovecharlo en seguida, ante el temor de que esta conversación decaiga; esté usted siempre engalanada y emperifollada; no provoque la charla, pero compóngaselas para favorecerla.

Su madre, muy emperifollada, de capota rosa y abrigo de terciopelo, acababa de salir con Angelita, después de decir aquello sobre la música, que hizo sonreir a Susana... Sonaron dos golpecitos en la puerta del vestíbulo... La niña, ocupada, en el estudio de una cadencia, no oyó... La puerta se abrió y entró Agapo. ¡Chist! hizo, no te asustes, Nanita, que soy yo.

Puede que sea verdad lo que dice D. Evaristo.... Todas las noches la misma canción. Al fin, si se pone muy pesadito, no tendré más remedio que ir. Y no es flojo el paseo que tengo que dar, de aquí a Puerta de Moros...». ii Un lunes por la tarde, doña Lupe entró en su casa a eso de las cinco. Venía muy emperifollada. «Papitos, ¿quién ha venido?». Aquel señor de las barbas blancas.

Y como persona bien nacida y cristiana, el rey correspondió a este favor dándole el campo y el marquesado. Debían ser amigos, ¿no le parece?... El alférez era un gran personaje; y su señora la peruana, ¡no digamos! Todavía allá en mi tierra, cuando ven a una gringa emperifollada o a una china que se da aires de señorío, dice la gente, por burla: «Ni que fuese Misiá Rosa la marquesa».