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El sentimiento que en estos momentos agobia mi alma, indica que aun a pesar mío, estoy adherida a las cosas mundanas; creía que las cosas terrenas me eran indiferentes, y observo que al menor contratiempo sucumbo. ¡Oh, Dios mío! Que llegue con vuestra ayuda a comprender lo pasajero e insignificante de este mundo y lo eterno de los bienes del cielo. 10 de agosto de 1801.

Nos agobia, nos esclaviza, no nos deja respirar. MÁXIMO. Hoy no: hoy es indulgente. La maestra, de ordinario tan adusta, hoy nos sonríe con rostro placentero. ¿Ves esa cifra?

»También yo me casé andando los días, y tuve mujer buena, e hijos que el Señor me iba quitando a medida que me los daba. Con el último de ellos se llevó a su madre. ¡Bendita y alabada sea su divina voluntad, hasta en aquello con que humanamente nos agobia y atribula!

Cuando por hasta el cielo su voz vuela ligera, soy como el pobre esclavo sentado en la ladera, que al borde del camino deja el fardo cruel. Me siento descansado, que la carga espantosa de penas y de errores que agobia mi alma ansiosa, tu rezo bendecido hace volar con él. á rogar por tu padre.

Jacinta, cúbrele los brazos. Bueno, bueno, ya están metidos los brazos. ¿Los meto más? Eso es, se empeñan en que me ahogue. Me han puesto un baúl mundo encima. Jacinta, quita jierro, que el peso me agobia... Pero, chica, no tanto; sube más arribita el edredón... tengo el pescuezo helado. Mamá... lo que digo, hacen las cosas de mala gana. Así no me pongo nunca bueno.

Nuestra mayor victoria es el dominio sobre nuestros nervios; la sensación más exquisita es regir nuestra sensibilidad. «La perfección está hecha con nadas y es algo más que nada la perfección» dice Miguel Angel, que sabía modelar, no sólo las figuras, sino también las almas . Es una desdicha que nuestro propio carácter sea el obstáculo de nuestra felicidad. «Nada puede hacerme daño, excepto yo mismo dice San Bernardo ; el mal que me agobia lo llevo conmigo y jamás sufro realmente sino por mi culpa». Alude el santo varón a los disgustos que dimanan de nuestro carácter, de nuestra irritabilidad, de nuestra intemperancia, de los enconos de nuestro pobre corazón.

GOPA. Inmenso dolor nos agobia. ¿Por qué anubla su hermosa frente irremediable tristeza? ¿Por qué desea abandonarnos? ¿Qué falta, qué mengua encuentra en ? Yo le hubiera preferido a los dioses, como Damayanti prefirió a Nal. Mi ventura se cifra en obedecerle con humildad y en ser toda suya. ¡Ingrato! Su corazón insaciable no logra aquietarse en mi amor.

ISIDORA. ¡Y cuánto me hace padecer! Si me río, cree que me burlo de él; si estoy seria, dice que no le quiero y que estoy pensando en otro. Si me canso, me llama fría, pedazo de mármol. Me toma cuenta del respirar, y si doy un suspiro, ¡ay Dios mío!, ya está armada la tempestad. ¡Y cómo me agobia! No sabe lo que es delicadeza. A veces quiere tenerla, y sus melifluidades me dan asco.

La infancia reclama particularmente la accion benéfica de este medicamento, ya sobre las fuerzas espansivas de una nutricion exuberante, ya en un estado morboso en el que la vida vegetativa está afectada. La vejez halla tambien en la calcárea un medio de atenuar la descomposicion que la agobia, de moderar sus pérdidas, y de exaltar el poder de reconstitucion.

Mas Cristela le dijo: Piensa que si tiene el pelo rojo es porque no sabe teñirse y no le gusta engañar... si su cuerpo se agobia, es porque siente sobre su espalda las penas de todos los desgraciados... ¡Alégrate, hijo mío, de que sea verdadera y buena! No se alegró mucho el príncipe Fénix.