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Pero durante la permanencia de Clara en Ateca pasaron cosas que influyeron poderosamente en el resto de su vida. Vamos á referirlas, porque de ellas se deriva casi toda esta historia; y por tan importantes y graves, las dejamos para el capítulo siguiente, donde las verá el lector, si está decidido á no abandonarnos. #El sobrino de Coletilla.#

Aunque no falten datos acerca de la historia primitiva del arte dramático español, y por consiguiente no haya necesidad de abandonarnos exclusivamente á esas conjeturas, sin embargo, nos servirá lo más conocido alguna que otra vez para dilucidar más profundamente esta cuestión, y para completar y unir estas noticias aisladas.

GOPA. Inmenso dolor nos agobia. ¿Por qué anubla su hermosa frente irremediable tristeza? ¿Por qué desea abandonarnos? ¿Qué falta, qué mengua encuentra en ? Yo le hubiera preferido a los dioses, como Damayanti prefirió a Nal. Mi ventura se cifra en obedecerle con humildad y en ser toda suya. ¡Ingrato! Su corazón insaciable no logra aquietarse en mi amor.

Y, sin embargo, es natural que un preso trate de fugarse. Es natural, pero eso nos produce muchas molestias. Por eso no somos blandos con los que tratan de abandonarnos. El solitario, metido en su capuchón, daba vueltas y vueltas.

No la quiere porque no te lo ha dicho... ¿Qué sabes de eso, hija mía? ¿Tienes acaso idea de los ardides, de la perfidia, de los disimulos y malignas artes que usa la seducción? Inés es inocente repitió cruzando las manos . Algún otro motivo la habrá impulsado a abandonarnos, pero no el amor de lord Gray. No, lord Gray no la ama. ¿Cree usted en los Evangelios?

¿Entonces, desde su llegada hay que darle plena libertad para abandonarnos? María Teresa fue interrumpida por Diana: ¡Y bien! ¿cuándo acabarán de hablar en ese rincón los dos? ¿Sabes? son ya las diez... ¿No partiremos nunca, tía? Las estoy esperando, hijas mías respondió la señora Aubry. Juan, ayúdeme usted, entonces. Y María Teresa dio al joven su manto blanco incrustado en guipur de Irlanda.

A fin de vivir contentos en esta forzosa Arcadia, recordemos vuestras pasadas glorias, no superadas aún por los pueblos más pujantes y engreídos que hay ahora en el mundo, y compongamos, con dichos recuerdos y con el buen humor que no debe abandonarnos, historias como la que yo te ofrezco, la cual, si no es amena, es por su benigna y candorosa intención, digna de todo aplauso.

Yo me he abandonado a Aquel a quien debemos todos abandonarnos en fin, y si hemos hecho nuestro deber, no hay que creer que Aquel que está allá arriba vale menos que nosotros y no hará el suyo.

Acostados blanda y cómodamente sobre la hierba de nuestros prados, cerca del agua que se escapa á borbotones, es muy fácil abandonarnos á la voluptuosidad de vivir, contentándonos sólo con los encantadores horizontes de nuestro clima; pero dejemos nuestro espíritu vagar bastante más allá de los límites donde alcanza nuestra mirada.