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Una voz me gritaba que no podía, marcharse así, que yo debía hablarle a toda costa. Pero ahogué valerosamente las palabras que me oprimían la garganta. Entonces nos dimos un último apretón de manos y nos separamos.

Fervorosamente pido al cielo que se despierte en la fuerza imaginativa y cree una semejanza, un símbolo de ese concepto que todo lo comprende, a fin de que absorba y ahogue la imagen, el recuerdo de esta mujer.

La igualdad democrática, racional y discretamente entendida, no está en el ser actuado, sino en el poder llegar a ser y en que ese poder no se ahogue ni se limite merced a privilegios odiosos. En este sentido, la igualdad democrática es justa y razonable en teoría, y no sirven para invalidarla los abusos y males que pueden nacer de ella. ¿De qué no pueden nacer males y abusos?

Me he compadecido de tanta miseria; yo no puedo ver una desgracia semejante sin acudir al instante á remediarla. ¡Ah! ¿qué idea teníais de ? Porque otra vez me debieron un pico y les apuré y les ahogué, ¿creen que soy de mármol? Tontos, era porque entonces les triunfando y gastando, y francamente, el dinero que yo gano con tanto afán no es para tirado en francachelas.

Es una observación muy justa dijo el señor de Bevallan, con una festiva tranquilidad; pero usted no tiene interés particular en que yo me ahogue, ¿no es así? Quiere usted su pañuelo, ese es el fin. Desde el momento en que yo lo traiga quedará usted satisfecha ¿no es verdad? Pues bien dijo la joven sentándose con resignación; vaya á cortar su rama, señor.

Tiene el chico en brazos, y cuando le hablan de amas o de que ella se está secando, le aprieta, le aprieta tanto contra , que me temo que en una de estas le ahogue. Todo sea por Dios... Entraré a ver a la fiera, y trataremos de amansarla.

Podrá suceder que tal ó cual curva del terreno coloque la habitación que usted ocupe bajo una influencia demasiado fría; que, por ejemplo, un torrente desembocando en la costa, un valle oculto, pérfido, la traiga el viento del Norte, ó que, merced á un repliegue del terreno, el viento del Oeste se engolfe y la ahogue con su soplo. ¿Hay pantanos en las cercanías?

Dios lo sabe, porque yo ya lo he olvidado; sólo recuerdo que sufrí mucho; pero tuve valor para ahogar dentro de mismo mi sufrimiento; le ahogué para que nadie me preguntase, para que nadie supiese por una debilidad mía el secreto de Margarita, que sólo sabíamos la noche y yo... y Dios que lo ve todo. Al día siguiente...

Jacinta, cúbrele los brazos. Bueno, bueno, ya están metidos los brazos. ¿Los meto más? Eso es, se empeñan en que me ahogue. Me han puesto un baúl mundo encima. Jacinta, quita jierro, que el peso me agobia... Pero, chica, no tanto; sube más arribita el edredón... tengo el pescuezo helado. Mamá... lo que digo, hacen las cosas de mala gana. Así no me pongo nunca bueno.

Aun admito que lleve la hipocresía hasta no caer de rodillas sobre esa tumba para confesarle todo; admito que el horror que me inspiraría a misma, no me ahogue, que encuentre el miserable valor de casarme con él; ¿qué existencia llevaría a su lado? ¿Para qué aferrarse a una dicha que uno mismo ha hecho imposible desde mucho tiempo atrás?