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Aquella altura se les subía a la cabeza a los pilluelos y les inspiraba un profundo desprecio de las cosas terrenas. ¡Mia , Chiripa, que dice que pué más que yo! dijo el monaguillo, casi escupiendo las palabras; y disparó media patata asada y podrida a la calle apuntando a un canónigo, pero seguro de no tocarle.

Mas, ¡ay! que esta grata vision retrospectiva va á concluir con un espectáculo terrible y sangriento; porque la vida del monge del siglo IX no era, como vulgarmente nos figuramos, una série bonancible de gozos espirituales y prosperidades terrenas.

Conmovedoramente refiere Montalván la melancolía de los últimos tiempos de la vida del poeta, tan bien dotado por la naturaleza para disfrutar y cantar las más embriagadoras alegrías terrenas. El propio autor refiere por extenso los detalles de su breve enfermedad postrera.

El sentimiento que en estos momentos agobia mi alma, indica que aun a pesar mío, estoy adherida a las cosas mundanas; creía que las cosas terrenas me eran indiferentes, y observo que al menor contratiempo sucumbo. ¡Oh, Dios mío! Que llegue con vuestra ayuda a comprender lo pasajero e insignificante de este mundo y lo eterno de los bienes del cielo. 10 de agosto de 1801.

11 De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. 12 Si os he dicho cosas terrenas, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? 13 Y nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo.

Cuando hablaba de las glorias terrenas y de nuestro breve paso mundanal, su discurso, lleno de monástica ironía, se instalaba en el ser, cual frígido narcótico, adormeciendo las ansias. Decíase que más de uno, al escuchar sus sermones, había corrido a un monasterio a pedir un sayal y una celda.

31 El que de arriba viene, sobre todos es: el que es de la tierra, terreno es, y cosas terrenas habla; el que viene del cielo, sobre todos es. 32 Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio. 33 El que recibe su testimonio, éste ha puesto su sello que Dios es Verdadero. 35 El Padre ama al Hijo, y todas las cosas dio en su mano.

Se me olvidaba decir que la ropa era adrede mal hecha, afectando desprecio de las cosas terrenas, y todo el conjunto no de los más limpios, porque éste era de los literatos rezagados del siglo pasado, que tanto más profundos se imaginaban, cuanto menos aseados vestían. Llegué, le vi, dije: éste es un sabio. Saludé a don Timoteo y saqué mis manuscritos.

Ellos eran los que les habían tenido en la ignorancia durante siglos, haciéndoles ver que el pobre carece de otro derecho que el de la limosna, inculcándoles un respeto supersticioso para el potentado, obligándoles á creer que deben aceptarse como dones celestes las miserias terrenas, pues sirven para entrar en el cielo.