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Terminados todos estos perfiles, acoplados y unidos todos estos cabos sueltos, el empresario puede poner manos activas á su obra, en la seguridad de que su labor no será baldía. Los que creen á los actores gente díscola, interesada y de manejo difícil, se equivocan. El rasgo característico del comediante es la vanidad: este sentimiento constituye su acicate mejor, y en ocasiones, su mejor rendaje.

El crecimiento de su grandeza y de su fuerza, será objeto de perdurables asombros para el porvenir. Han inventado, con su prodigiosa aptitud de improvisación, un acicate para el tiempo; y al conjuro de su voluntad poderosa, surge en un día, del seno de la absoluta soledad, la suma de cultura acumulable para la obra de los siglos.

El desorden, la gritería, la obscuridad que comenzaba, daban á la escena un aspecto que no es fácil describir: nadie pensaba más que en su interés, en tanto llegaba el momento de pensar sólo en la persona. D. Álvaro de Sande dió acicate á los de la guarnición del fuerte para entrar más municiones y víveres por un lado, y para embarcar enfermos por el otro.

Porque tus blancos y afilados dientes el goce intensifican; porque mientes un platónico amor, ¡bendita seas! Yo creí adivinar en tus antojos acicate a pasiones sexuales; mas moduló tu voz ternuras tales, que hasta llegué a creer en tus sonrojos. ¡Cómo fingias crisis pasionales, de hondo y sentido amor, en tus enojos...! ¡Si hasta fingieron lágrimas tus ojos, en sartales de perlas, a raudales...!

Atrevióse el inglés, de engaño armado Porque al león de España vió en el nido, Las uñas en el ámbar, y vestido, 1065 En vez de pieles, del tusón dorado. Con débil caña, no con fresno herrado, Vió á Marte en forma de español Cupido, Volar y herir en el jinete, herido Del acicate en púrpura bañado. 1070

Nuevo golpe de piqueta ahondó la abertura, y una nubecilla cenicienta levantose como el humo en el aire. Uno de los obreros introdujo la mano y sacó un pequeño objeto de metal. Era una espuela, un acicate verdoso y roído.

Por más que bajo el acicate de su actividad vivísima, el breve tiempo que la separa de su aurora haya sido bastante para satisfacer el gasto de vida requerido por una evolución inmensa, su pasado y su actualidad no pueden ser sino un introito con relación a lo futuro. Todo demuestra que ella está aún muy lejana de su fórmula definitiva.

Dame bonete compuesto De mil tocas y bengalas Y plumas, porque no hay galas Que luzgan sin plumas: presto. Dame una manga bordada De aljófar y oro, a dos haces. Los amores son rapaces: Con rapacejos me agrada. Dame borceguí de lazo Y acicate de oro puro, Y porque vaya seguro, Ensillarásme el picazo.

Después de cada parada volvía, como si hubiese descansado, y con mayores bríos, a manera de corcel que siente el acicate, a devorar el camino.

D. Eduardo Marquina, en quien reconozco y aplaudo muy altas prendas de poeta, emplease menos el acicate y mucho más el freno al dirigir a su Pegaso, y sólo llevase a las ancas cuando cabalga en él a su propia Musa, legítima y castiza, y no a la aventurera venida de tierras extrañas y cuyo prurito de llamar la atención la induce a vestirse a menudo con vestiduras un poco extravagantes y con exótico amaneramiento.