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Actualizado: 12 de junio de 2025


Puede entonces el poeta calificarle de «indolente soldado que milita bajo las banderas de la muerte». Pero cuando lo que nace del seno del dolor es el anhelo varonil de la lucha para conquistar o recobrar el bien que él nos niega, entonces es un acerado acicate de la evolución, es el más poderoso impulso de la vida; no de otro modo que como el hastío, para Helvecio, llega a ser la mayor y más preciosa de todas las prerrogativas humanas, desde el momento en que, impidiendo enervarse nuestra sensibilidad en los adormecimientos del ocio, se convierte en el vigilante estímulo de la acción.

El jayán, para agradecer el aumento de jornal, trabajaba como un desesperado, acometiendo la tierra con su azadón, sin respirar apenas entre golpe y golpe, y los otros infelices tenían que imitarle para no quedarse atrás, manteniéndose, con esfuerzos sobrehumanos, al nivel del compañero que servía de acicate.

Algunos buscan á sus nervios un acicate en el ayuno; otros procuran irritarse momentáneamente, artificialmente, para no sentir el «miedo al público». Talma, por ejemplo, antes de salir á escena, arremetía á su criado, le abofeteaba, le insultaba: ¡Traidor... miserable... ponte de rodillas!... Esto le permitía autosugestionarse mejor; después se iba.

Quien desee convencerse de ello lea unos cuantos libros de aquellos grandes escritores místicos que para hacer codiciable la gloria y posible la salvación, presentaban no sólo la belleza, sino aun la mera forma corporal, como cebo y acicate del pecado.

Su traje de trabajo, de satín de oro con botones que eran flores de perlas; su apasionado amor por los suntuosos colores, las telas que se extendían como olas de luz en su gabinete de trabajo, los terciopelos y las sedas con reflejos de incendio desparramados sobre los muebles y las mesas sin ninguna utilidad, sin otro fin que su belleza, para animarle los ojos con el acicate de sus matices.

El no percibía delante de más que un gran agujero negro donde iba a sumirse. Los altos álamos que orlaban la carretera, pasaban raudos a su lado como negros fantasmas. ¡Up, up, up! El noble bruto volaba como si le clavase el acicate. Así corrió por espacio de media hora. Es imposible se dijo. Su caballo es aún mejor que el mío, y me llevaba una delantera de dos tiros de fusil lo menos.

y la furia con que bate los ijares del corcel, desgarrándolos cruel con el agudo acicate; y el siniestro, el ronco grito con que excita al corredor, el aspecto aterrador le dan de un genio maldito. Fieros, el rastro siguiendo, ante el rápido corcel, vienen perros en tropel ladrando, aullando, latiendo.

Incansable peregrino de un errante y largo viaje, fue llevando por las rutas de su audaz peregrinaje 50 en la alforja de sus sueños su dolor de clima en clima, su dolor que fue acicate, voz nostálgica de aliento, al lanzar, transfigurado, su profético lamento en la breña de la pampa y en la nieve de la cima.

Palabra del Dia

irrascible

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