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La niña no tiene padre, ni madre, ni hermana, ni hermano. ¿Es que usted trata de sustituir a alguna de estas personas? El cómico examinó la punta de su taco y miró después en torno, con aire displicente, y hasta en sus labios pareció dibujarse una sonrisa sardónica. que es una niña extraña y voluntariosa continuó el maestro, pero es mejor de lo que era.

No, abajo replicó él avanzando hacia la puerta. Como usted quiera... pero yo no tengo ganas. No me traiga usted nada. Estoy... así, vamos, no cómo. Tome usted algo... ha cogido usted frío y le conviene entrar en reacción. No... aún si usted almorzase aquí, me animaría tal vez , insistió ella con tenacidad de niña voluntariosa.

Yo estaba imposible de mimada, de traviesa y de voluntariosa. Yo era un diablillo y necesitaba que me metiesen en costura. Ahora, que he vuelto de nuevo a casa, soy persona de mucho juicio. ¿Y cómo no he de querer a mamá? Me mima, me celebra, me idolatra. Mis caprichos son ley. Mamá me regala mil dijes; gasta un dineral en mis vestidos y sombreros. Nunca rabia cuando vienen las cuentas.

Su pobre padre era muy indulgente con usted, y estoy seguro de que la señora Percival, aun cuando algunas veces pueda parecer un poco rígida, sólo lo hace por su bien le dije con toda franqueza, de pie sobre el tapiz de la estufa y contemplando su hermosa figura. ¡Oh! ya que en su concepto soy una niña muy voluntariosa exclamó, con una sonrisa.

Déjeme... ¡por Dios! ¿Pero qué le importa a usted?... vaya... Yo me meto en la alcoba y me estoy allí como en misa. Hija, ni en los teatros resulta eso con sentido común... Para salir diciendo luego con voz hueca: «¡lo he oído todo!». Yo no chistaré. No haré más que oír... Vamos, remilgada, déjeme usted. Ya me figuraba yo que habías de salir con alguna tontería. Eres una voluntariosa.

El general aprovecha la ocasión para desatar la lengua contra : Que su sobrino no es abominable, sino adorable; que yo presumo demasiado de discreta y de lista, y que soy una criaturita mimada, voluntariosa y terca; y que si él me hubiera presentado a Narcisito como sobrino, yo le hubiera encontrado vulgar y feo y le hubiera dado calabazas; y que ha sido menester armar toda esta tramoya y conjuración, en que han entrado mamá, el general, el doctor, el Padre González y hasta doña Rita, para que yo crea a Narcisito griego o turco y de él me enamore.

Pero dejo a vuestra conciencia la tarea de decidir, maese Marner, porque tenéis que elegir una cosa o la otra el látigo o la carbonera ; de otro modo se va a volver tan voluntariosa que no habrá medio de dominarla. Silas quedó convencido de la triste verdad de esta última observación; pero su energía de carácter, lo abandonó ante las dos únicas especies de castigos que le proponían.

Bajo esta última forma es como la gente me ha recibido menos mal; pero aun así, no las tengo todas conmigo. Mi musa es tan voluntariosa, que hace lo que quiere y no lo que yo le mando. De aquí proviene que, si por dicha logro aplausos, es por falta de previsión. Escribí mi primera novela sin caer hasta el fin en que era novela lo que escribía. Acababa yo de leer multitud de libros devotos.

La dama volvió a leer la carta y comprendió entonces una sola cosa; pero una cosa para ella inverosímil, que vino a despertar en su ánimo el movimiento de ira, de sorpresa, de rabia desesperada que causa al potro bravío el primer espolazo que desgarra sus ijares, el primer serretazo que le hace detener su voluntariosa carrera, anunciándole que hay alguien que puede, y quiere, y debe sujetarle y humillarle... ¡Comprendió que por primera vez en su vida le cerraban una puerta, y que era el que se la cerraba un hombre desconocido, un pobre fraile, un Pedro Fernández!... ¡La fuentecilla que corría allí al lado murmurando llegó a los oídos de Currita como el eco de la sarcástica carcajada que había de soltar el mundo al verla vencida por Pedro Fernández!...

A la mañana siguiente de este sentimental episodio, Melisa no fue a la escuela. Llegó el mediodía, pero no Melisa. Interrogada Sofía sobre el asunto, dijo que habían salido juntas hacia la escuela, pero que la voluntariosa Melisa había tomado otro sendero. Por la tarde el mismo misterio, y al llegar la noche vio el maestro a la señora Morfeo, cuyo corazón maternal estaba realmente sobresaltado.