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Actualizado: 16 de octubre de 2025
Por eso, sin darse ella por vencida ni cejar un punto en su tenaz empeño, y fortaleciendo siempre con el despecho y la rabia y hasta el dolor mismo su terquedad de mujer voluntariosa, siempre mimada, optó desde luego por el camino de los hábiles políticos y los diestros estratégicos y los conocedores prácticos del mundo y del corazón humano: una prudente retirada que sosegara los ánimos y diese tiempo a que las memorias olvidaran, cesasen las prevenciones, se cansaran las lenguas, y los escándalos nuevos hicieran olvidar y aun perdonar los escándalos pasados.
He usado con parsimonia de sus preciosas notas, guardando las más sustanciales para tiempos mejores y más meditados trabajos, temeroso de que por retocar obra tan informe, desapareciese su fisonomía primitiva y la lozana y voluntariosa audacia de la mal disciplinada concepción.
Los gitanos llegan á un villorrio, en donde habita una viuda, que, según cuentan, tiene toda su casa llena de sacos de oro, pero tan miserable y voluntariosa, que no se desprende de un solo maravedí, á no ser para gastarlo en la salvación de su difunto esposo y sacarlo del Purgatorio.
Tal como él era, mi pobre librejo ha tenido la fortuna de hallar en aquella tierra, cerrada a la verdad y a discusión , lectores apasionados, y de mano en mano, deslizándose furtivamente, guardado en algún secreto escondite, para hacer alto en sus peregrinaciones, emprender largos viajes, y ejemplares por centenares, llegar, ajados y despachurrados de puro leídos, hasta Buenos Aires, a las oficinas del pobre tirano, a los campamentos del soldado y a la cabaña del gaucho, hasta hacerse él mismo, en las hablillas populares, un mito como su héroe.» «He usado con parsimonia de sus notas, guardando las más substanciales para tiempos mejores y más meditados trabajos, temeroso de que, por retocar obra tan informe, desapareciese su fisonomía primitiva, y la lozana y voluntariosa audacia de la mal disciplinada concepción» .
Bien podemos decir con satisfacción que en el cultivo de la novela se advierten más cada día la abundancia y la bondad del fruto. No es tan voluntariosa la musa como generalmente se cree. Conviene llamarla con persistencia y empeño. No siempre es ella sorda, y suele acudir propicia a quien cariñoso la pretende y con reiteradas y fervientes súplicas la llama.
Al poco tiempo su alma ardiente, sagaz, voluntariosa, simpatizó con la de Luis, tímida, infantil, llena de piedad y ternura. Más maestra en el arte de hacerse amar que la niña de Estrada-Rosa, logró pronto inspirar al conde confianza y afecto; le envolvió en una malla espesa de confidencias, no sólo referentes a sus amores, sino de toda la vida. Le confesó tan bien como el más hábil jesuita.
Bajo el cabello rubio del joven, reinaba la misma frente voluntariosa que bajo las cocas todavía negras de la solterona; sus ojos de acero tenían la misma tranquila energía que se reflejaba en los del comandante y en los de su hija; sus gestos, su sonrisa, su voz, toda su persona, en fin, era, como su carácter, la emanación de aquella vida varonil y tierna que había hecho de él un hombre en la hermosa y alta acepción de la palabra.
Leed á Lafuente, repetimos, y allí veréis, auténticamente probado, que Carlos V, en Yuste, fué el hombre de siempre, con sus cualidades y sus defectos y con la sabida originalidad de su condición, festiva y grave á un tiempo mismo, dominante, vehemente, voluntariosa, y á la par llana y sencilla, como la de Julio César. Sigamos nuestra exploración.
No podía ocultársele que Melisa era vengativa, irreverente y voluntariosa, que sólo tenía una facultad superior propia de su condición semisalvaje, la facultad del sufrimiento físico y de la abnegación, y otra, aunque no muy constante, atributo de fiera nobleza, la de la verdad. Melisa era a la vez intrépida y sincera; dos cosas que en aquel carácter venían a reducirse a una sola.
¿Está usted ocupado? preguntó. ¿Puede venir conmigo? Y al significar aquél su asentimiento, con su antigua manera voluntariosa y decidida, dijo: Venga pronto, pues. Salieron precipitadamente, y penetraron en el oscuro camino. Al entrar en el pueblo, el maestro le preguntó a dónde iban, y ella contestó: A ver a mi padre.
Palabra del Dia
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