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Actualizado: 21 de octubre de 2025


Esa vida algo estrecha me ha hecho sufrir, pero tal es la suerte de todos mis colegas de carácter joven y activo. Te he hablado de ello para hacerte comprender que todo se puede soportar, y que la felicidad y la alegría se encuentran siempre, cuando se sufren con valor las pruebas y tribulaciones. Todo lo comprendía perfectamente; sin embargo, el pobre cura predicaba en desierto.

Y como Ester Prynne no tenía sentimientos egoístas, ni de ningún modo vivía pensando solo en su propio bienestar y satisfacción personal, las gentes iban á confiarle todos sus dolores y tribulaciones y le pedían consejo, como á persona que había pasado por pruebas severísimas.

Esto le ponía fuera de , y á veces estaba á punto de romper con el P. Jacinto y de mirarle como á amigo desleal ó como á fanático sin entrañas. Con todo, en medio de sus tribulaciones el Comendador se reportaba y no perdía la calma. Había tomado sus medidas. Su conducta estaba prescrita y determinada con firmeza, y aguardaba sereno el resultado. Este no tardó mucho en venir.

Luego, a proporción que los franceses dejaban de preocuparse de las tribulaciones de los antepasados para atender a las de los descendientes, la Francia que había sido, al estallar la gran Revolución, el país de menos capitales y de más bellas deudas, pasando de un extremo al otro y yendo hasta economizar el número de hijos para aumentarles la dote, ha llegado a ser el país que tiene más capitales y más préstamos a cobrar.

Siendo Nucha tan buena para mujer de un hombre, mejor sería para esposa de Cristo; y las castas nupcias dejarían intacta la flor de su inocencia corporal, poniéndola para siempre al abrigo de las tribulaciones y combates que en el mundo nunca faltan. Esto de los combates le recordaba a Sabel. ¿Quién duda que su permanencia en casa era ya un peligro para la tranquilidad de la esposa legítima?

Así, poco a poco, vino organizándose la concepción de una voluntad previa, como antecedente del mundo real y un mundo imaginario para la vida imaginaria, con su correspondiente regidor y juez supremo, con su corte celestial y sus gehennas y su portero perpetuo, y, poseídos de incurable terror ante el factor universal de la vida y la muerte, de las plagas, las pestes, los terremotos y las tempestades, los hacedores de dioses no volvieron a tenerlas todas consigo, ni aun cuando discurrieron apaciguarlos con sacrificios humanos en un principio, principalmente primogénitos, niños inocentes y doncellas, y finalmente con el sacrificio parcial de la circuncisión, sustituida entre los cristianos por el bautismo; con sacrificios de animales más adelante, de preferencia corderos, palomas y toros célibes; con sacrificios de dinero y alhajas, en último resorte, como se estila ahora; ni aún sacrificándolo él mismo a él mismo el sacrificio máximo esto es, comiéndoselo en persona, desde luego, para tenerlo adentro en manera de específico deificante y depurante de maldades y pecados, como lo practican actualmente los ainos de la isla de Sakalín, cuyo Dios anual es un oso cazado cachorro en el bosque, criado con golosinas, mimado y venerado, y al fin muerto, descuartizado, distribuido y comido solemnemente en la gran fiesta religiosa; comiéndoselo, más tarde, en la persona de un vicario consagrado anualmente, como lo practicaban todavía los mejicanos en la época del descubrimiento de América; y, finalmente, en el canibalismo simbólico de la misa, según la forma copiada del culto de Mitra, en el pan y el vino de la eucaristía transubstanciados por ceremonias mágicas en la carne y la sangre del hijo de Dios sacrificado a Dios última expresión del cordero pascual y del inocente chivo emisario, encargado de llevarse al desierto los pecados de los hombres y expiarlos con sus propias penurias y tribulaciones.

Terminado el primer capítulo, conocidas las «Tribulaciones de un marido en Francia», pasó inmediatamente el maestro a leer con ansiosa rapidez el «capítulo segundo y último». Digno «pendant» del otro, titulábase... «Tribulaciones de un padre en la Argentina»...

Yo creo a veces que tengo mil años... ¡Y enferma! ¡Arrastrando para siempre las consecuencias de haber sido madre!... Deteníase al decir esto con prudente rubor, no osando confesar las internas tribulaciones que agitaban su organismo. Sus ojos iban hacia Karl con la expresión amorosa y triste de una artista que contempla su obra, fruto de penalidades, jirón doloroso de su propia existencia.

Ah, con vos se renueva la memoria de aquellos buenos tiempos. ¡Qué aventuras, qué tajos y qué guerreros! ¿Os acordáis? á fe mía. Felices días y gloriosos triunfos aquellos. Pero tampoco nos faltaron tribulaciones y pesares. ¿Recordáis lo que nos pasó en Medoc?

No, no lo olvidará Julián. No olvidará aquellas inesperadas tribulaciones, el valor repentino y ni aun de él mismo sospechado que desplegó en momentos tan críticos para arrojar a la faz del marido cuanto le hervía en el alma, la reprobación, la indignación contenida por su habitual timidez; el reto provocado por el bárbaro insulto; los calificativos terribles que acudían por vez primera a su boca, avezada únicamente a palabras de paz; el emplazamiento de hombre a hombre que lanzó al salir de la capilla.... No olvidará, no, la escena terrible, por muchos años que pesen sobre sus hombros y por muchas canas que le enfríen las sienes.

Palabra del Dia

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