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Actualizado: 23 de junio de 2025
Este, poseído entonces del numen, llega a decir cosas de sentido muy superior al vulgar, revela misterios y abre a nuestros espantados ojos, en la amplitud luminosa de un horizonte ideal, la sucesión ordenada y prescrita de los futuros casos.
El Rey ha llegado á entender la reparable facilidad con que se han admitido por el gobernador de esas Islas las apelaciones de los autos de la contaduría mayor, contraviniendo al espíritu de las leyes y Reales órdenes, en que se dispone espresamente que no pueda admitirse recurso alguno estando pendientes los autos del tribunal de cuentas, y sin cubrir los alcances; y para evitar este abuso ha resuelto S. M. se prevenga á V. S., como lo ejecuto, que cele con la mayor eficacia la puntual observancia de dichas reales disposiciones, á fin de que el contador mayor ejerza sin restriccion alguna las funciones que le competen, siguiendo los juicios y espedientes sobre alcances de cuentas en la forma prescrita, ausiliando el Gobierno sus providencias siempre que el caso lo requiera, para que las partes cumplan sus mandamientos, y que no admita V. S. apelacion de los autos de la contaduría mayor para la sala de ordenanza ó de justicia cuando estén pendientes las resultas ó alcances de cuentas; pues cualquiera condescendencia en este particular causaria gravísimos perjuicios á los reales intereses, por los efujios de que se valen los deudores para entorpecer ó dilitar el pago á que los apremia el tribunal.
Seguimos la señora Adela y yo a lo largo de la calle, y nos detuvimos a la puerta de uno de esos cafetines, asilos de tahúres y vagos, cuya puerta se cierra a la hora prescrita en los bandos, pero que se abre durante toda la noche a todo el que llega. Llamé, abrieron, y la señora Adela y yo entramos. Nos sentamos junto a una mesa, y la trapera pidió aguardiente.
Esto le ponía fuera de sí, y á veces estaba á punto de romper con el P. Jacinto y de mirarle como á amigo desleal ó como á fanático sin entrañas. Con todo, en medio de sus tribulaciones el Comendador se reportaba y no perdía la calma. Había tomado sus medidas. Su conducta estaba prescrita y determinada con firmeza, y aguardaba sereno el resultado. Este no tardó mucho en venir.
Aseguran otros que Morsamor y su hueste se fueron por el aire, en una máquina o ingenioso artificio que les suministró Sankarachária y que sin ser juguete de las corrientes atmosféricas como los globos aerostáticos de ahora, se movía en la deseada y prescrita dirección, atraído por la fuerza psíquica o magnético-espiritual de un gran sabio, amigo de Sankarachária, que vivía en la ciudad de Lasa y era nada menos que el Secretario de Estado o ministro principal del Dalai-Lama.
Palabra del Dia
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