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Actualizado: 20 de julio de 2025
Un cuarto de hora después volvió a aparecer doña Sol, pero con distinto aspecto, sin la negligencia exótica con que los había recibido, vistiendo uno de aquellos trajes enviados de París, modelos de Paquin, que eran la desesperación y el asombro de parientas y amigas. Don José volvió a insistir. Se iba, era inevitable; pero su matador se quedaba.
Ni durante la medida, ni en las pruebas, ni en la elección de paño habla una palabra nuestro hombre, y se deja hacer, pues le basta y le sobra con saber que el sastre que le sirve es el mismo que está encargado hace años de proveer á los Gobernadorcillos de Manila de trajes de etiqueta.
Una inmensa multitud circula por allí, sea matando el tiempo, sea buscando los negocios ó algo que si es negocio no está esento de ser pecaminoso. Las Francesas pululan, ligeras y provocadoras, arrastrando las anchas colas de sus trajes, y distinguiéndose perfectamente de las Catalanas y Españolas.
En un espejo, frontero a la ventana, vi quién tocaba. Era una joven rubia, ataviada con modesto traje blanco, uno de esos vestidos de muselina de hilo, frescos, ligeros, vaporosos, que tanto sientan a las muchachas núbiles: trajes que llevan con singular donaire las pollitas de Villaverde y de Pluviosilla. ¡Qué gallarda caía en torno del taburete la ondulante cola de aquella falda!
Tres o cuatro hermosas jóvenes se apearon, sosteniendo con sus manos las colas de sus vestidos, que por aquellos tiempos se tenía el buen gusto de llevar más largos que ahora, y presentaron sus frentes a los besos de la baronesa, mientras que otras en cortos y ligeros trajes de mañana se precipitaron detrás de las primeras, agitando con triunfal aire diminutas redes que esparcieron por el salón acre olor a pescado y a fango.
Y bajo las palmeras seguían desfilando los vistosos trajes, los rostros felices y sonrientes, todo un mundo que no había sentido pasar la desgracia junto a él, que no había lanzado una mirada sobre el drama de la miseria; y el vals elegante, rítmico y voluptuoso, himno de la alegre locura, deslizábase armonioso sobre las aguas, acariciando con su soplo la eterna hermosura del mar.
Y cuando el director le veía entrar de tarde en tarde, con un aire decidido, en el ambiente reposado y silencioso del Museo; cuando reparaba en sus trajes flamantes, en la exactitud con que seguía las modas masculinas, balanceaba la cabeza melancólicamente. No era el primero. ¡Ah, Monte-Carlo!... Los viejos profesores miraban con un ceño de profeta á la ciudad de enfrente.
No dejó entrever a Maximiliano sus sospechas sobre la procedencia del dinero, que, viniera de donde viniese, no podía ser mal recibido, y poco a poco se fue tranquilizando al ver que el apreciable muchacho hacía alarde de poseer ideas económicas enteramente contrarias a las de sus predecesores. «Esto dijo mostrándole un grupito de monedas de oro , es para que desempeñes la ropa que te sea más necesaria... Los trajes de lujo, el abrigo de terciopelo, el sombrero y las alhajas se sacarán más adelante, y se renovará el préstamo para que no se pierdan.
Tendrás todo lo que quieras: ricos trajes, hermosas alhajas... ¡Ah! exclamó desconsoladamente Luisa. Y á mí, padre, ¿qué me daréis á mí? dijo la Inesilla. A ti, hija mía, te daré un hermoso ajuar, un buen dote y te casaré con Cristóbal. ¡Ay, padre! y ¡qué bueno es vuesa merced! No lo cree así tu madre, que dice que se ha de vengar de mí.
Se puso a observar que las señoritas Gunn tenían más bien facciones groseras y que la idea de ponerse trajes escotados como los suyos hubiera podido ser atribuida a la vanidad si tuviesen lindos hombros.
Palabra del Dia
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