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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Se ahogaba con los trajes de paseo; no cabía en las habitaciones reducidas; resoplaba en las butacas del teatro, y en misa repartía codazos para disponer de más sitio.

Su madre otro riquísimo de dama holandesa; saya de color noguerado recamada de oro y plata, voluminosa gorguera con puntas de encaje y doble collar de diamantes y perlas. ¡Cuánta hiel habían hecho tragar aquellos vestidos al bueno de Calderón! Al principio, cuando se habló del baile de trajes, pensó que con cualquier disfraz de mala muerte cumpliría y no tuvo inconveniente en otorgar su permiso.

Aún recordaba parlamento y bocadillos de ambas obras, que repetía con énfasis declamatorio, y que Obdulia oía con arrobamiento, arrasados los ojos en lágrimas, dicho sea con frase de la época. Refirió también, y para ello tuvo que emplear dos sesiones y media, el baile de trajes que dio, allá por los años de Maricastaña, una señora Marquesa o Baronesa de No cuántos.

Tras la mampara de la cámara, a espaldas mismas del rey, sentíase el crujir de algunos trajes de seda; díjose después que desde allí había presenciado la reina la ceremonia.

Pon ahora celos tormentosos, ansiedades, odios ardientes, angustias, todo, en fin, como en las ciudades; sólo cambian los trajes; en lugar de frac, chiripá; en vez de vestido de seda y escote, una faldilla de percal y un pañuelo al cuello. Pero, por debajo de unos y otros atavíos, los instintos son los mismos y los corazones arden igual. Por lo demás, mi vida trascurre dulcemente.

¿Y por qué no he de poder yo? dijo . La cosa no puede ser más fácil... Dentro de quince días es Carnaval. ¿Les parece a ustedes bien un gran baile de trajes?... ¡Te cuesta un sentido! murmuró Jacobo con tan mal humor como si hubiera él de pagarlo.

El flaco macho que los había conducido quedaba en la posada de Las Tres Coronas, esperando tomar la vuelta a las áridas montañas de Teruel; y el padre y el hijo, con los trajes de pana deslustrados en costuras y rodilleras y el pañuelo anudado a las sienes como una estrecha cinta, iban por las tiendas, de puerta en puerta, vergonzosos y encogidos, como si pidiesen limosna, preguntando si necesitaban un criadico.

Siempre que el doctor trataba de excusar a Magdalena, Antoñita sonriendo hacíale callar en el acto. Acercábase ya a todo esto la noche del baile. El día anterior las dos jóvenes hablaron mucho de los trajes que habían de lucir, y con asombro de Amaury, Magdalena pareció preocuparse bastante menos del suyo que del de su prima.

El vizconde era un confianzudo amigo de la casa, que serviría de testigo. Se trataba de una familia de alta alcurnia, que llegaba de provincia, con los históricos y vistosos trajes de sus antepasados, conservados por puro orgullo, en una vida de voluntario aislamiento. ¡Al fin había encontrado el señor duque la deseada esposa, que parecía como mandada a hacer a su medida!

La muchedumbre de hombres y mujeres que hervía en los muelles y paseos, calles y plazas de Lisboa, tenía extraño y pasmoso aspecto por la variedad de sus rostros, de sus trajes y de los idiomas que iban hablando.

Palabra del Dia

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