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Actualizado: 11 de junio de 2025


Tomad... pero no, escuchad primero. Y hablando a media voz mientras le presentaba la caja de cigarros: Ahora está obscuro, podréis ruborizaros sin ser visto. Voy a deciros lo que no quise en la mesa.

Tomad mi consejo, y, a pesar de la malicia de mis enemigos, casaos con él, que sin duda es el mismo que vos deseáis alcanzar por esposo.

Si teneis interes en ello, tomad vuestro partido con presteza; si no callad; no juzgueis temerariamente; pero rogad á Dios por ambos, que las oraciones podrán no ser inútiles. Estais en el gobierno, los tiempos son malos, la época crítica, los peligros muchos. Uno de vuestros dependientes encargado de un puesto importante se halla asediado noche y dia por un enemigo que dispone de largas talegas.

Venid, venid acá á un lado, alcalde dijo el duque de Uceda. El alcalde se apartó con él todo cuidadoso. Es necesario dijo el duque que nadie sepa que me habéis encontrado por estos sitios. Descuide vuecencia, que nadie lo sabrá dijo todo humilde y reverencioso el alcalde. Y para que esto no se os vaya de la memoria, tomad. Y dió al alcalde una sortija.

9 Y emparentad con nosotros; dadnos vuestras hijas, y tomad vosotros las nuestras. 10 Y habitad con nosotros; porque la tierra estará delante de vosotros; morad y negociad en ella, y tomad en ella posesión. 12 Aumentad a cargo mío mucha dote y dones, que yo daré cuanto me dijereis, y dadme la joven por mujer.

Díjome que acaso, pasando por una calle de la ciudad a la hora de medio día, una señora muy hermosa le llamó desde una ventana, los ojos llenos de lágrimas, y que con mucha priesa le dijo: ''Hermano: si sois cristiano, como parecéis, por amor de Dios os ruego que encaminéis luego luego esta carta al lugar y a la persona que dice el sobrescrito, que todo es bien conocido, y en ello haréis un gran servicio a nuestro Señor; y, para que no os falte comodidad de poderlo hacer, tomad lo que va en este pañuelo''. ''Y, diciendo esto, me arrojó por la ventana un pañuelo, donde venían atados cien reales y esta sortija de oro que aquí traigo, con esa carta que os he dado.

Decís bien... quedémonos... pero como yo ahora no puedo acompañaros, ni vos tenéis á dónde ir, quedáos aquí... tomad posesión de la casa que, os lo aseguro, es vuestra, y empezad á ser el déspota de Dorotea. Os digo que está enamorada de vos, que resiste y que la resistencia acabará por hacerla vuestra esclava. No olvidéis que es nuestro instrumento... y adiós. ¿Pero qué he de hacer yo aquí?

Desearía, al bajar del tren, encontrar en el patio de la estación, mi carruaje, mi cochero y mis caballos, y que ese día nos acompañaseis a comer en mi casa. Alquilad o comprad una casa, tomad criados, elegid carruajes, caballos, libreas. Confío enteramente en vos. Que las libreas sean azules, y nada más. Esta línea la agrego a pedido de Bettina, que por sobre mi hombro lee lo que escribo.

, excelentísimo señor. ¿Traéis con vos las diligencias que habéis practicado? , excelentísimo señor. Dádmelas. Tomad, excelentísimo señor. Guardad un profundo silencio acerca de lo que sabéis y no procedáis en justicia. Muy bien, excelentísimo señor. Podéis retiraros. Guárdeos Dios, excelentísimo señor. El alcalde salió. El duque se sentó en un sillón y quedó profundamente pensativo.

¿Pero y si esa dama se negase á recibirme? ¿No decís que tiene dueña? , señor. Pues bien; tomad para la dueña. El duque abrió otro cajón, sacó de él algunas monedas de oro, y las puso formando una columna bastante respetable en el borde de la mesa del lado de Montiño. El cocinero miró con codicia el oro; pero no le tocó. Guardad eso le dijo el duque , y además... me olvidaba... tomad.

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